Hoy: 23 de noviembre de 2024
El poeta Federico García Lorca se ha matriculado en la Facultad de Filosofía y Letras para no ir casi nunca. En la Colina de los Chopos vive, sin vivir del todo, de 1919 a 1928. A pesar de su indisciplina, de sus cursos a medio terminar, Federico era esperado en la Residencia como se espera un agua renovadora. Pepín Bello así lo manifiesta y él, más que ninguno, lo pudo experimentar:
“Aunque Federico se ausentaba con frecuencia de la Resi, las palabras “¡García Lorca vuelve!” hacían correr un viento cálido”.
En la Resi pudo escribir, a veces de un tirón, muchos de sus mejores poemas. En este momento es Jorge Guillén quien hace memoria:
“Me contaba José Antonio Rubio, el más gohetiano de mis amigos, compañero de cuarto en otra etapa de Federico en la Resistencia de Madrid, que una noche fría de invierno Federico se acostó temprano, y allí, en la cama, redactó Muerte de Antoñito el Camborio tal como vio la luz”.7
Es imaginable Federico, con el embozo de la colcha tapándose los fríos, dibujando a su Antoñito, que se murió de perfil.
Atrás dejamos la Residencia para encontrarnos con el poeta en la Eslava donde, gracias a Eduardo Marquina y el empeño de Gregorio Martínez Sierra, va a estrenar El Maleficio de la Mariposa. Catalina Bárcena hace la protagonista el 22 de marzo de 1920, La Argentinita es la mariposa blanca que baila. Y el público, en clamores bochornosos, es el que grita, silba, insulta aquel juguete de insectos y gusanos preparado con tanta ilusión. El fracaso, ya advertido por Federico, fue inolvidable.
García Lorca va y viene de Madrid a Granada. Granada será su principio y su final y los relámpagos de su tiempo intermedio, porque allí “hay tantos jazmines en el jardín y tantas damas de noche que por la madrugada nos da a todos en casa un dolor lírico de cabeza, tan maravilloso como el que sufre el agua detenida. Y sin embargo, ¡nada es excesivo! Este es el prodigio de Andalucía”.8
Prodigio de Andalucía es también aquella Mariana Pineda cuyo drama escribió —basándose en una carta a Gallego Burín— a principios de 1925. Y estrenada por Margarita Xirgu el 24 de junio de 1927, en el teatro Goya de Barcelona. No se pudo estrenar antes porque la dictadura de Primo de Rivera veía con malos ojos que se hablara en público de amor y libertad. Aunque Federico no estaba muy satisfecho con su obra, sentía por ella “una emoción de novio”. El mundo del arte estaba siendo tocado por la hélice fosforescente del incansable granadino.
En 1929 el poeta se marcha a Nueva York. Allí aprende a vivir una soledad de calles largas. Fuente Vaqueros le cabe en un edificio de cristal y él no cesa de mirar hacia arriba por si lo encuentra en el filo de la primera luna. En vano busca por todos lados la fuente que goteara la inocencia de sus primeros años. No hay más que cemento y olvido que obligan a Federico a abandonar el estilo de su poesía brotada de pálpitos:
Pero no quiero mundo ni sueño, voz divina,
quiero mi libertad, mi amor humano
en el rincón más oscuro de la brisa que nadie quiera.
¡Mi amor humano!
Cambia sus romances y baladas por macizos poemas de agonía que desvelan el quebranto de los negros y detienen el suicidio de los homosexuales.
Quiero que el aire fuerte de la noche más honda
quite flores y letras del arco donde duermes
y un niño negro anuncie a los blancos del oro
la llegada del reino de la espiga.
Poca maña tiene Federico para los idiomas; si no llega a ser por la Argentinita, por Ignacio Sánchez Mejías, por Andrés Segovia o Dámaso Alonso, le hubiese sido insoportable entenderse en ese inglés deteriorado que hablan los norteamericanos. Con sus amigos pasea por la estrechura de Manhattan buscando una imposible confitería donde vendan los sabrosos piononos de Granada.
García Lorca está en Nueva York hasta 1930, en cuyo diciembre estrena en Madrid la versión breve de La Zapatera Prodigiosa. Conferencias y su famosa Barraca, que lleva por los pueblos de España la emoción de los clásicos, le tienen entretenido los dos años siguientes.
El 8 de marzo de 1933 la Compañía de Josefina Díaz Artigas estrena en el Infanta Beatriz sus Bodas de Sangre. Las figuras más representativas de la intelectualidad española están presentes: Benavente, Unamuno, Marquina, Ortega y Gasset… sin contar con los integrantes del Veintisiete. Público y crítica quedan conmovidos mientras llenan la sala los aplausos. El éxito tendrá una consecuencia primordial para Federico: a partir de ahora los derechos de autor le permitirán gozar de una total independencia económica.
Son suficientes estos datos para advertir que el Federico García Lorca llegado a Buenos Aires es ya un poeta y dramaturgo con historial y sin tiempo para atender a tantas solicitudes de conferencias, estrenos y homenajes, que alcanzan a la Universidad de Columbia o a la Institución Hispanocubana de Cultura. Mucha culpa de tantos compromisos la tienen su Romancero Gitano y sus Poemas del Cante Jondo.
Lo que sí recibe Federico en Argentina es su reconocimiento mayor a su teatro y un calor distinto. En Argentina puede jugar, como cuando levantaba a su madre en volandas, igual que una niña chica, y ella gritaba en el aire: “Federico, por Dios, que me matas”. En Argentina lo sentían venir mucho antes de que llegara.
En Buenos Aires no tenía más que raspar un poco y ver enseguida la cal en las paredes. Federico estaba aquí en su casa y desde aquí se metió para siempre en las casas de todos los vecinos que hablan nuestro idioma. Además de todo esto, el mérito de Argentina es el abrazo que sólo ella sabe dar a tantos como aquí hemos llegado con la esperanza de compartir. Un abrazo que hace estallar los horizontes.