JUAN JOSÉ SERRANO
Supimos a ciencia cierta cuándo inició esta etapa, que yo diría, para la humanidad fue conmocionante; pero en realidad nunca tuvimos la certeza de cuándo realmente culminó. Así es, me refiero a la pandemia de coronavirus SARS-CoV-2 o covid-19. Recordemos algunas fechas, el 11 de marzo de 2020 la OMS determinó que el covid-19 debía tratarse como una “pandemia” y no como una “emergencia internacional” de salud. Y es, entonces, hasta el 5 de mayo de 2023 que la misma organización dio por terminada la emergencia pública. Se cumplieron dos años hace algunas semanas.
Hay heridas que siguen sin cerrar. Existen muchos datos y cifras sobre el número de personas enfermas y fallecidas en el mundo. La mayoría coinciden en que murieron cerca de 7 millones en el planeta. Los que saben argumentan que no se sabe realmente cuál fue el origen ni mucho menos la verdadera consecuencia, tanto de la enfermedad como de sus repercusiones. Estoy convencido de que, como humanidad, ese largo periodo nos dejó un aprendizaje altísimo, pero también me parece que, tristemente, mucho de eso, en estos dos años, ya se olvidó. No tengo la menor duda de que en esos tres años el género humano desarrolló valores y capacidades que bajo ningún otro supuesto hubieran emergido.
Descubrimos nuevas formas de solidaridad en distintas sociedades, los científicos alrededor del mundo se unieron y desarrollaron conocimientos en meses, que en otro momento de la historia les hubiera llevado años. Vivimos momentos aciagos, de enorme incertidumbre y, por qué no decirlo, hasta de ignorancia o desconocimiento de lo que realmente sucedía y cuál sería el resultado final. En esa época, como le llamamos, en “la pandemia”, le dimos valor a las reuniones con nuestros seres queridos, ya que, además de estar prohibidas o al menos se sugería no realizarlas, existía una autocensura muy personal y dentro del núcleo familiar. Y este valor me parece que hoy no es menos importante que antes y siento que se ha hecho a un lado. Ya, nuevamente, se encuentran al mismo nivel de preferencia ir a lugares cotidianos que visitar a aquellas personas que nos reconfortaba encontrar. Concretamente, dejábamos nuestras salidas o visitas sociales únicamente para a ver a las personas verdaderamente importantes para nosotros.
El valor de la salud retomó un peso categórico, tanto la propia como la de nuestras personas conocidas. Al saber del contagio de alguien se establecía todo tipo de fraternidad, por lo menos de comunicación y se mantenía comunicación con su familia. En el caso de la salud propia, todas y todos fuimos más atentos y puntuales, tanto en la alimentación como en la prevención del contagio. Llegué a escuchar a alguien decir: “si alguien te desea ‘salud’, en este momento, sí es un buen deseo”; sin embargo, respecto a la salud no todo fue color de rosa. No debemos olvidar que el aumento en el consumo del alcohol fue importante. Según la OCDE, el 36% de personas en los países miembro aumentó su ingesta en 2020, en México fue de 54 por ciento. Lo anterior relacionado en muchos casos con el estrés, la ansiedad y la depresión, entre otros problemas de salud mental que la propia época generó entre la población mundial.
Laboralmente llegó para quedarse el home office, pero también, me parece, una serie de conductas permitidas y valores entendidos entre patrones y trabajadores; no tengo duda de que pudieron existir abusos, pero me parece que, en la generalidad, existió un régimen laboral de respecto, entendimiento y colaboración en beneficio común. Si bien existieron empresas que lamentablemente desaparecieron, trabajadoras y trabajadores que inevitablemente fueron despedidos, se pudo observar que la recuperación económica fue positiva, en la mayoría de los países, aunque no ha sido sencillo, se ha logrado avanzar. No obstante, nuevamente insisto, se olvidó en muchos sectores productivos ese respeto y entendimiento. Desde mi perspectiva, sin existir razón o motivo, se regresó al modelo anterior de hacer muchas cosas presenciales.
En “la pandemia” agradecíamos todo, de manera genuina, y esto me atrevo a decirlo porque muchas personas coincidimos en eso: se reconocía el valor de la ayuda, el apoyo, el cariño o el consuelo que la gente nos proporcionaba… se atesoraba todo, hoy, simplemente regresamos al automatismo.
No sé si a ti se te habrá olvidado lo que “la pandemia” nos enseñó… a mí, lamentablemente, en muchas cosas, sí.
*Por su interés reproducimos este artículo de opinión de Juan José Serrano publicado en Excelsior.