Hoy: 28 de noviembre de 2024
Él la llamaba por su nombre cuando repasaban juntos la cuenta de los bancos o cuando algo debían corregir en la conducta de los niños: ¡Virginia esto, Virginia lo otro! A la hora de los arrullos, Gustavo estremecía la voz y la tomaba por la cintura como una jarra de cerveza que tanto alivia la sed. Virginia, entonces, le recriminaba que no estuviese afeitado, que no eran esas las horas apropiadas aunque, últimamente, apenas si encontraban un minuto para deleitarse… ¡tanto les había separado la distancia!
Un día quisieron, de mutuo acuerdo, renovar las espirales del amor y fueron los dos a un experto en ruinas matrimoniales. Después de varias sesiones, decidieron que lo mejor para la convivencia era dedicarse de lleno a la política. A distintos partidos, eso sí, que no era cosa de levantar sospechas. Legitimaron desde entonces sus batallas y, hasta de vez en cuando, coincidieron en la dichosa oportunidad de satisfacerse, ausentándose, con loables pretextos, de las múltiples, vulgares y aburridas sesiones del Congreso.