Les mueve el rencor

10 de junio de 2025
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Bandera de España

Harold Lasswell, un politólogo estadounidense, dividía los políticos en tres categorías: los teóricos, los administradores y los agitadores

En tiempos de tribulación, no hacer mudanza. Este lema jesuítico se adapta bien a lo que exige la situación que vive España. La tribulación es debida a la inestabilidad teledirigida, que la derecha y su brazo derecho proyectan sobre la escena política, sobre todo en Madrid, que no es toda España, conviene recordar. Aquí, han conseguido desestabilizar con su propia zozobra el crédito de instituciones como, por ejemplo la judicatura, algunos de cuyos exponentes no dan una en sus banales y prevaricantes instrucciones. Parecieran forzar un estado de excepción permanente, que impida gobernar con naturalidad a quien hoy gobierna y con miras a derrocarlo.

El origen de esta deriva enraíza en el desconcierto resultante de la baja cualificación política, personal y moral de los principales dirigentes de la derecha y sus adláteres. Se niegan a admitir que el bombardeo con bombas de fósforo de 500 kilos sobre hospitales con miles de niños y ancianos dentro es una aberración inmoral inadmisible. Y rechazan su evidencia por mero rencor político hacia el Gobierno de coalición, que gobierna legítimamente en España por una aritmética parlamentaria aceptada en la fase constituyente por la misma derecha que hoy tan irresponsablemente la impugna. Como colofón, se aferran a impedir la dimisión de Carlos Mazón, presidente regional valenciano, que se ocultó ominosamente durante horas decisivas en las que morían ahogados 228 compatriotas.

Desconcertados y faltos de un proyecto político y económico propio como expresión política de una clase social, los desnortados dirigentes de la derecha más cerril rumian una venganza que nunca llega. Y la rumian contra un Gobierno al que han tratado reiteradamente de linchar pero que lucha, como puede y le dejan, contra un cúmulo de adversidades sin cuento ni precedente en los cuarenta años de democracia. Cúmulo azuzado por esa derecha que, desde hace seis años, no ha cejado un solo minuto de tratar de impedir la acción gubernamental, sea como sea: con el insulto y el asalto institucional, los intentos de linchamiento, el vocerío, la mentira y la reacción histérica por banderas. Y la nada por todo programa político. Esto es lo que queda hoy de una derecha conservadora española jibarizada por Francisco Franco pese a que, en su día, pudo haberse redimido y culminar sensatamente en clave democrática su ciclo histórico cuando se avino a impregnarse por el espíritu liberal, el ánimo democristiano y las apuestas volátilmente centristas, que trataron sin éxito de insuflarle sus magras, pero reales, virtudes políticas.

Por si le faltaba poco para cimentar su descrédito, gran parte de esa derecha extrema española se somete hoy, sin apenas rechistar, al diktat antipolítico que se le impone desde la Casa Blanca. Su inquilino, ignorante y zafio, instintivo y brutal, se supera cada día con nuevas y jugosas melonadas. Con él comparte la pérdida de cualquier atisbo de comportamiento democrático, generando un drama con repercusiones a escala planetaria: el hecho de que la superpotencia mundial hasta ayer hegemónica y nimbada por una aureola de defensa de la democraticidad, haya permitido reacceder al poder máximo, la Casa Blanca, a un connotado antidemócrata, proyecta sobre la escena internacional sombras que preludian lo peor, pese a ciertas hipocresías sobre la búsqueda de la paz: la guerra más cruel, quizás el origen la postrera de las guerras, comenzó veinte meses atrás por la reacción de su peón más criminal, Benjamín Nethanyahu. Este individuo se mueve, según dicen quienes le conocen, por el rencor por la muerte de un hermano suyo, Jonathan, miembro de una unidad de élite israelí, durante una acción antiterrorista de rescate contra el secuestro de un avión de Air France con pasajeros israelíes, consumado en el aeropuerto ugandés de Entebbe en junio-julio de 1976.

El rencor unipersonal es muy mal consejero en política. Sobre todo si su sed se sacia con el aniquilamiento de miles de niños, mujeres y ancianos indefensos, como acontece en la castigada Gaza por deseo expreso del convicto Nethanyahu buscado por la Justicia Internacional.

Hay aquí en nuestros lares supuestos políticos, con o sin faldas, que defienden o callan el genocidio israelí contra el pueblo palestino. Todos pertenecen a las cúpulas de la derecha o a la extrema derecha. Niegan que se trate de un exterminio premeditado: 50.000 muertos bajo las bombas. Y avalan las insidias del Gobierno ultraderechista de Nethanyahu contra España. Incluso, piden y dan el voto a Israel frente al voto a España, en un festival musical politizado con sus insidias.

Comprobemos: ¿quién perforó las comunicaciones del Gobierno español?¿Quién se alía con el vecino más incómodo de España, al que está armando a todo trapo? ¿Quién ha prostituido Eurovisión, corrompiendo jurados y sistemas de votación? ¿Quién está urdiendo derrocar como sea al Gobierno legítimo de España, el primero de los Gobiernos europeos en denunciar los crímenes de las fuerzas armadas de Israel en Palestina? Y, ¿por qué la derecha extrema le adula de manera tan servil? ¿Quién disparó contra diplomáticos españoles en misión informativa europea? No hace falta mucha imaginación para encontrar respuestas. De momento, dejaremos aparte otras cuestiones como la de quién domina tecnologías capaces de convertir los teléfonos móviles en artificios explosivos, de producir el reciente apagón o quién paga a los ladrones de cobre de las catenarias que atentan criminalmente contra trenes de alta velocidad.

Harold Lasswell, un politólogo estadounidense, dividía los políticos en tres categorías: los teóricos, los administradores y los agitadores. Que se sepa, ninguna de estas categorías se aplica ni al señor Núñez Feijoo, ni a la señorita Ayuso, aspirante a derrocarle, ni al señor Abascal; aunque, quizá, quizá, la condición de agitador, malo, por cierto, quepa asignársele a este beneficiario de prebendas y “mamandurrias”, en términos acuñados por su mentora, Esperanza Aguirre. Toda persona española sensata sabe que con estos mimbres, ni la derecha ni la extrema derecha pueden llegar a gobernar: España es un Estado serio. Esto lo conocen bien los muñidores de su razón, la razón de Estado: saben que España necesita talento político, audacia y eticidad para ser regida y la derecha y su fracción ultra son hoy un páramo intelectual, sin dirigentes capaces, sin cultura, sin pensamiento ni proyectos políticos y económicos propios, sin moral… Solo saben mostrar un rencor inquisitorial que nos recuerda lo peor de nuestra historia. Historia en la que el temor a que alguien pensara diferente, judíos, moriscos, protestantes, místicos o heterodoxos, desencadenaba persecuciones de gran crueldad en sintonía con las precedentes medievales en Inglaterra, Francia, Italia y Portugal.

Por un liderazgo demócrata de la derecha

Hagamos votos porque la derecha española encuentre un liderazgo que crea en la democracia y lo demuestre en sus comportamientos políticos y sociales. Que haga oposición crítica, desde luego, pero constructiva, no demoledora y basada solo en el insulto, como hace ahora. Que apueste por el Estado democrático. Que no se corrompa más aún y sea capaz de arrimar el hombro ante desastres como la pandemia, la dana, el volcán, la nevada Filomena, los apagones; y que no se dedique a tirar de los faldones a la Unión Europea para impedir que los fondos europeos ayuden a España, a toda España, a salir de las crisis y de las adversidades sobrevenidas.

España necesita urgentemente una derecha democrática. La actual derecha no nos sirve a los españoles, señaladamente a sus perplejos votantes. Menos aún esa extrema derecha alineada con el zote de la avenida de Pensilvania y que es incapaz de condenar las políticas arancelarias antiespañolas y antieuropeas de aquel atrabiliario personaje: hoy mismo la emprende contra una de las pocas instituciones estadounidenses que conservaba cierta aureola de prestigio: la Universidad de Harvard, fundada un siglo después de la primera de las americanas, erigida por los españoles en Santo Domingo en 1538. Ahora se propone impedir que más de 6.000 estudiantes extranjeros accedan a las aulas universitarias del Cambridge de Massachusetts, florón de la investigación y la Ciencia mundiales; acusa a su campus de antisemitismo por denunciar la barbarie genocida y los bombardeos del ultra-sionismo contra el pueblo palestino. “El perro amarillo es primo hermano del chacal”, reza el refrán persa. El chacal se llamaba Adolf.

Con todo, la prudencia, máxima virtud política, aconseja no acometer mudanzas suicidas con un mundo alrededor tan revuelto. Ya llegará la hora de cambiar, tras acumular fuerzas y echar fuera de la política a toda esa patulea que ni los españoles ni los europeos, ni muchos estadounidenses, merecen.

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