Lecciones del presente

13 de julio de 2025
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Lecciones del presente
Una persona ejerce su derecho al voto. /EL OBRERO

Es necesario un esfuerzo mutuo entre izquierda y derecha para sobrellevar tanta adversidad como algunas conductas individuales y comportamientos partidistas han proyectado sobre nuestro país

Lo recientemente vivido en la escena política española invita a la reflexión. Abordaré los hechos desde una mirada inicialmente descriptiva. Con miras a extraer utilidad a tanto lamentable episodio, cabe reparar en que la condición humana tiene tanta plasticidad como para generar individuos corruptores-corrompidos y, por otra parte, personas honestas y dignas. Los primeros, tienden a generar colectivos o sociedades corruptas, mientras la digna honestidad propende a crear sociedades virtuosas.

Con ambas determinaciones, la realidad española muestra intentos reiterados, imputables a ciertos individuos y partidos, por corromper una forma de vida política, la democracia, de la que hace cuarenta años nos dotamos todos y todas tan laboriosamente. Y lo hicimos, a la salida de una prolongada dictadura, para conseguir precisamente una España virtuosa. Su virtud pasaba por el consenso, la pluralidad y la dialéctica, entendida como movimiento de la historia. Movimiento competitivo, desde luego, entre sectores sociales con distintas cuotas de poder; pero, asimismo, capaz de mostrar fases no solo de conflicto, sino también de cooperación.

La democracia exige necesariamente cooperar. Cuando algunos sujetos y/o partidos en juego sobre la arena política se niegan a colaborar y abjuran de la cooperación, surge todo lo lamentable que hemos visto en la doliente escena española. De ahí deriva gran parte del malestar que nos hiere por doquier. La complejidad de la vida social y política, la magnitud de las demandas que la población exige reclama obligadamente la colaboración.

Pero también hay razones objetivas, no solo individuales, para explicar y llegar a desterrar la amargura generada por la polarización. Más allá de la maldad, la inercia, la ignorancia, la soberbia y la insidiosa personalidad de algunos individuos actuantes, sin merecimiento alguno para hacer y decir lo que hacen, en la realidad política española hay una serie de pautas objetivas, medibles y generalizables, que la experiencia confirma y que pueden ayudarnos a salir del laberinto al cual aquellos, en su arrogancia, y otras adversidades locales y foráneas, nos han guiado.

A escala mundial, desde 1981, se realiza una encuesta sobre los valores dominantes en cada etapa. Se denomina la Encuesta Mundial de Valores (WVS, por sus siglas en inglés). Prestigiosos sociólogos de nombradía internacional, como Ronald Inglehart y el catedrático español Juan Díez Nicolás, promovieron esta excelsa herramienta sociológica.

Y, tras cotejar las siete oleadas quinquenales o septenales de consultas, con amplias y significativas extraídas de muestras realizadas en un largo centenar de países, han extraído una serie de conclusiones esclarecedoras para explicar, a grandes rasgos, los comportamientos sociales observados en el ámbito axiológico, es decir, el que concierne a valores y estilos de vida vigentes. Como cabe ver, los comportamientos políticos ulteriores tendrán mucho que ver con lo señalado por estas rigurosas auscultaciones sociológicas.

De todas las conclusiones obtenidas por los muestreos cabe extraer, quizás, el signo más generalizable, el de mayor y más duradero peso científico conforme a los paradigmas acordados por la comunidad científica mundial, a saber: en fases históricas percibidas como de incertidumbre económica y social, las sociedades consultadas muestran inquietud e inseguridad, lo cual genera valores y comportamientos relacionados principalmente con la demanda de seguridad y de orden, con sus correspondientes efectos electorales, políticos pues. Los sistemas autoritarios recalan en estas creencias.

Por el contrario, en etapas de expansión y bonanza económicas, las sociedades se abren a valores vinculados a la autoexpresión, la tolerancia y las libertades individuales y colectivas. Ello da lugar a la demanda de sistemas socioeconómicos democráticos y progresivos.

Si derivamos esta conclusión a la realidad española comprobamos que la tan mentada polarización, que desgarra nuestra sociedad y lleva la confrontación incluso al seno de las familias, puede tener su origen en una distinta percepción de lo que en la vida y la sociedad realmente ocurre y lo que de ellas se demanda.

Para un amplio sector de españoles y españolas, la conciencia de crisis económica y de valores es una realidad que considera evidente, señalando peligros a atajar sobre la vida, la moral pública y la tradición, mientras expande la conciencia de amenazas atribuidas a los migrantes, a los diferentes, a los desposeídos… mientras que, para otro sector de españolas y españoles, no menos extenso, la bonanza económica, que cree manifiesta en avances salariales, relativos a pensiones, empleo y protección social, y en legislaciones de progreso, permite plantear progresos en el terreno de las libertades y derechos personales de autoexpresión, como el amor sin trabas, el respeto y apoyo a la diversidad de género o bien valores humanitarios como la acogida de migrantes y pautas generales de tolerancia.

Percepciones confrontadas

Como vemos, las dos percepciones de la realidad española se confrontan. Muestran perfiles antagónicos. Bien. Mas lo único que permitiría solventar esta importante brecha, que tantas adversidades desata, es el diálogo político, la comprensión mutua de cada sector en liza, el que representa y gestiona las demandas del primer grupo y el que asume las del otro sector; se trataría de ponerse en la piel del otro y razonar conjuntamente para hallar vías de salida, que siempre son posibles si se ven preludiadas por la conciencia de que tal problema, si bien existe, también tiene arreglo. Esa es la clave de la política, la que la convierte en capaz de remontarse sobre el menudeo y la zancadilla, la insidia, la arrogancia y el insulto hasta acceder a un lugar de acuerdo, de respeto mutuo y de reparto de responsabilidades y concesiones. He ahí la clave de la democracia. La conflictividad no desaparece, pero de esta manera, se encauza y regula.

Ahora este escribidor se adentra en la fase propositiva que, a modo de tentativa, aquí se plantea para salir de la actual crisis. ¿Hay manera de hacer retroceder la moviola de la polarización para situarnos en un punto nuevo de partida? Si. Al igual que millones de compatriotas, lo creo firmemente. ¿Cuál es el principal requisito?

El respeto a la democracia y a la otreidad. ¿Qué papel juega el respeto a las leyes? Uno muy relevante, siempre que tenga en cuenta las exigencias sociales mayoritarias. ¿Es necesario reformar la Constitución? Si. Pese a la excelencia y utilidad adquiridas en la coyuntura histórica en la que nació en 1978 y las renuencias obvias a cambiar un texto de su envergadura, ha mostrado que puede y debe ser perfectible en relación, por ejemplo, a la Corona: en la irresponsabilidad e inmunidad del Rey sobre las leyes se encuentra la causa de lo que contemplamos en la conducta irresponsable de Juan Carlos I, con el correspondiente daño a la sociedad española, a la imagen de España y a la de la institución de la Jefatura del Estado.

Yendo a lo más concreto todavía: ¿era necesaria la amnistía en Cataluña? Siendo un asunto legítimamente opinable, todo conducía a considerarla, desde la perspectiva del Estado unitario y plural, como elemento imprescindible de pacificación de una de las nacionalidades objetivamente de más peso en España.

¿Es preciso reformar la ley electoral? Si, para paliar las desventajas que acarrea a las formaciones políticas no mayoritarias de implantación nacional. ¿Qué papel ha de jugar la división de poderes en la escena política? Un papel crucial, siempre y cuando la subjetividad de los jueces no sepulte la objetividad de las demandas sociales; siempre y cuando el Poder Legislativo sea considerado centro de la soberanía popular; y siempre y cuando el Ejecutivo, legalmente conformado, en el caso español por mayoría parlamentaria, sea considerado legítimo por los demás poderes. ¿Es necesario consensuar políticas de Estado sobre temas de política exterior? Resulta ineludible si queremos que España mantenga su peso geopolítico y respeto internacional.

Circunstancias extraordinarias

Vivimos en circunstancias geopolíticas extraordinarias. Una oleada antidemocrática recorre Europa. España es, aún hoy, de los escasos bastiones democráticos que quedan en la escena continental. Es más necesario que nunca confirmarlo haciendo un esfuerzo mutuo entre izquierda y derecha para sobrellevar tanta adversidad como algunas conductas individuales y comportamientos partidistas han proyectado sobre nuestro país.

El mundo se halla en manos de irresponsables. El espectro de la guerra recorre Europa y el Medio Oriente. Por todo ello, conviene cerrar filas para generar entre todos y todas un nuevo espíritu capaz de insuflar sobre la democracia española el vigor y el ímpetu que adquirió en su esperanzador origen . ¿Podemos conseguirlo? Desde luego. Millones de españoles y españolas lo creemos con firmeza y convicción. Para ello, contamos con las lecciones que el atribulado presente nos brinda para encarar con resiliencia en reto que tenemos delante.

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