La infanta estudiará fuera

23 de julio de 2025
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La infanta Sofía. | EP

No parece que haya habido en el entorno real esa mente empática con el pueblo español capaz de columbrar lo que implica

RAFAEL FRAGUAS

La infanta Sofía (Madrid, 29 de abril de 2007), segunda en la línea sucesoria a la Corona de España, estudiará Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales en Universidades de Lisboa, París y Berlín. Así se anunciaba oficialmente hace unos días.

Los consejeros áulicos que asesoran a la Casa Real parece que no entienden nada. ¿Saben acaso, esos consejeros, que en Madrid, Barcelona, Valencia, Granada, Alicante, A Coruña, La Laguna… hay grados en Ciencias Políticas y en Relaciones Internacionales impartidos por prestigiosas universidades públicas, desde la Complutense de Madrid a la Pompeu Fabra de Barcelona, o la Universidad Pública de Valencia, la de Granada… sin ir más lejos…?¿Saben cuántos centros de estudios, militares, públicos y privados, españoles todos, despliegan enseñanzas de Relaciones Internacionales al respecto? No parece que se hayan interesado en averiguarlo.

Dice el refrán que no hay más desprecio que no hacer aprecio. La Universidad española merece respeto y consideración. Casa Real debiera cuidar no solo las formas, que con tanta desenvoltura cuida, sino que, también, debiera esmerarse en cuidar los contenidos, los significados de lo que en su entorno se dice y decide. Los agravios comparativos, cuantos menos, mejor. Si, hoy por hoy, les resulta menos necesario que nunca que las decisiones áulicas estén en la mira crítica de las gentes de a pie, en este caso en boca del numerosísimo profesorado-estudiantado español, la institución se descuelga con un anuncio de esta naturaleza. ¿Hay alguien allí, en la trastienda administrativa de la Real Casa, capaz de entender que, el hecho de que la infanta Sofía vaya a estudiar al extranjero en lugar de hacerlo en España, se interprete como una manera, objetiva y subjetiva, de alejarle de su país natal, de sus costumbres, sus estilos de vida, sus pautas morales, su forma de estudiar, su humor,…? En definitiva, con casi plena certeza, ¿saben esos asesores que, presumiblemente, han sugerido una decisión así, que la aislará a ella de la realidad cotidiana de quienes, algún día, pueden tenerla por titular de la Corona, de no ser que errores como éste y muchos otros acumulados, lo impidan?

Manías

No parece que haya habido en el entorno real esa mente empática con el pueblo español capaz de columbrar lo que implica. Más de lo mismo: esa manía de llevarse a Inglaterra a los dinastas españoles a quienes les da por estudiar –por cierto, Albión, gran amiga histórica de España, como sabemos- o a Suiza, cuyo principal nexo histórico con nosotros fueron sus mercenarios de Infantería; o a Estados Unidos, como si el país trasatlántico fuera el faro de las democracias, con todo lo que sucede y va a suceder allí de seguir las cosas el derrotero que llevan. Esto iría dirigido a tantos españoles y españolas de la alta burguesía que envían allí a estudiar a sus hijos: ¿qué puede aprender una estudiante española en el país norteamericano? ¿Cuál es allí la apuesta universitaria diferencial?: ¿quizás el individualismo-pragmático- anglosajón, tan amistoso él con lo hispano?; ¿tal vez, la expresión suprema del desquiciado capitalismo financiero allí vigente o bien el catecismo ultraliberal?; ¿acaso el irrestricto apoyo oficial al genocidio palestino y a cualquier barbaridad que se le ocurra al criminal de guerra predilecto pupilo de la Casa Blanca, que rige Israel?

¿Unos campus donde parte del estudiantado, por pedir, precisamente, el cese del genocidio de Israel en Gaza, el Gobierno de Donald Trump retira los fondos con los que las Universidades como Harvard sufragan sus investigaciones? ¿Es de fiar ese país, donde cada quince días un asesino dispara a mansalva contra escolares y estudiantes de todas las edades y mata una decena de ellos con un rifle de repetición que cuesta 20 dólares en los supermercados? Frente a que puedan argüirse razones de seguridad para que la infanta no estudie en España (*), allí, en los USA, o en la misma Francia, dada la explosiva situación social dominante, sí que habría razones de inseguridad para impedir que se formara y no aquí. Que se sepa, nadie aquí amenaza hoy a la infanta. Las amenazas de ETA, operativa hasta 2011 e inactiva desde hace 14 años y disuelta, desaparecieron por completo.

Pero retomemos el tema de la formación de la infanta Sofía. Podría invocarse otro motivo para justificar esa lejanía a Portugal, París y Berlín: el riesgo de politización. Las Facultades de Ciencias Políticas españolas, politizan, al parecer. Hombre, si el estudiante no es extraterrestre, algo de conciencia política adquiere cuando en esas facultades se estudia Historia, Sociología, Economía, Diplomacia, Geopolítica, Derecho… ¿O es que lo que se persigue es que la infanta no deba saber de política española y resulta mejor que sepa antes de política portuguesa, francesa y alemana?

¿Qué sucede, que aquí hay demasiados rojos en las Facultades de Políticas y se teme un contagio? Primero, la movilización estudiantil es ahora quimérica en España, mientras no surja alguna melonada administrativa o política que ponga los campus patas arriba, como los intentos de degradarla a costa de favorecer a las universidades privadas, algunas de las cuales dan títulos universitarios al mejor postor. Pero, con todo, conocer la dimensión formativa del latido de las aulas españolas tampoco vendría mal a quienes imponen que la familia del Rey debe ser tan edulcoradamente educada como para que no perciba nunca cómo respira la calle… así hemos padecido durante varios siglos la estulticia de unos dinastas formados en un limbo de irresponsabilidad, cuando no de arrogancia y falsa campechanía; el mismo limbo que les llevaba a pensar en el origen divino de su designio: “unctus et benedictus”, ungidos y bendecidos por el Pontífice en nombre de Dios, axioma que legitimaba el origen divino de la realeza desde que el Papa Esteban II así lo dispuso sobre la testa de Pipino, en torno a 757, por haber defendido al Papado contra los ataques lombardos. Pues así nos ha ido por estos lares con la institución monárquica, considerada hoy por buena parte del estudiantado como una antigualla, sin otro sentido que el de una representatividad estatal difusa, que abrió el paso a exacciones probadas por el titular anterior al actual.

No consta

Por otra parte, no consta que las Ciencias Políticas se impartan en Portugal mejor que en España –no hay orlas ni timbres de gloria que lo atestigüen– y se duda que lo sean en Francia, tan franco-francés su profesorado universitario él y muertos hace décadas el sociólogo-politólogo Pierre Bourdieu (1930-2002) y Michael Foucault (1926-1984), o en Alemania, donde la estela de Wolfgang Abendroth (1906-1985) en Marburgo hace muchos años que se apagó y la de Jürgen Habermas (1929), a sus 96 años, titila sus últimos destellos…

Si de sabios es rectificar, se sugiere a quien corresponda que rectifique esta decisión, por ser interpretada como un agravio comparativo al ámbito académico y universitario español. La dinámica de la política española desde la Transición hasta nuestros días, brinda un buen campo experimental para descubrir los nexos entre la teoría que la Ciencia Política difunde y la práctica o viabilidad de esas teorías.

Claro que, tal vez tiene cierto fundamento cuando se conozca que hay profesores de Ciencia Política aquí que cobran al mes poco más de 600 euros, si son asociados a tiempo parcial, 400, desde categorías académicas de libre disposición…La calidad de la enseñanza impartida, pese a ello, es muy superior al rango de retribuciones, rango demediado por decisiones como la del Gobierno regional de Madrid de retirar fondos para las universidades públicas mientras autoriza todas las universidades privadas que lo desean. La solución no es pues irse a estudiar fuera de España sino luchar, codo con codo con profesores y estudiantes, para que se dote a enseñantes e investigadores de los medios necesarios para, siquiera sobrevivir y no tener que emigrar, ellos también, allende nuestras fronteras.

Hay una Academia

Cabe recordar que existe en España una Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, con sede en la Torre de los Lujanes, que reúne lo más granado de los catedráticos y profesores de Ciencia Política, Sociología y Relaciones Internacionales. En estas disciplinas y afines figuran, entre muchos otros, Joaquín Abellán, Joaquín Alcide, Francisco Aldecoa, José Álvarez Junco, Manuel Aragón Reyes, Esther Barbé, Manuel Castells, Oriol Costa, Juan Díez Nicolás, Carmen Iglesias, Fernando Jiménez, Emilio Lamo de Espinosa, Jesús Martínez Paricio, Raúl Morodo Leoncio, Carlos Moya Valgañón, Pablo Oñate, Benigno Pendás, Octavio Uña Juárez, amén de una plétora de investigadores, muchos de los cuales podrían tener como alumna a Sofía Borbón. Se dirá que la decisión de estudiar fuera de España puede ser voluntad personal de la infanta. Es dudoso que lo sea, dados los encorsetamientos a los cuales el albedrío de sus semejantes se ve sometido en casos como éste. Pero, en cualquier caso, no deja de ser una decisión opinable y desafortunada, al entender de muchos y, humildemente, al mío propio. Nada impediría que los estudios posgrado se prosigan en el extranjero, pero el arranque universitario básico sería congruente y deseable que fuera en una Universidad pública española.

Y, por último, una precisión: los títulos de los Doctores doctorandos por las Universidades Españolas, como la madrileña Complutense, por ejemplo, son expedidos a nombre del Rey Felipe VI y rubricados por el Rector o Rectora correspondiente.

(*) (Un inciso sobre seguridad de la Familia Real: el/los helicóptero/s de la Casa Real, con destino al aeropuerto de Barajas, sobrevuelan el centro-centro de Madrid un día sí y otro también, con la vulnerabilidad correspondiente y la posibilidad, en caso de accidente, de causar mortandad entre la población en caso de abatirse sobre el suelo. Esos sobrevuelos civiles están prohibidos, no así, al parecer, los de la Familia Real. Dar un rodeo periférico sobre la ciudad sería recomendable, podría conjurar tal riesgo. Pero los sobrevuelos áulicos prosiguen así. Nadie cuestiona la reiteración ni la necesidad de esos desplazamientos oficiales, tan solo se propone que sería sensato que su trayecto variase).

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