Hoy: 22 de noviembre de 2024
En conversación con los muertos y muerta entre los vivos soy dueña de un anhelo que me rompe el alma: querer y no poder escuchar tu voz una vez más.
Me tengo que parar en seco por un momento y pensar que ya no estás, que el acto reflejo de hablarte, de llamarte es en vano porque ya no hay con quién hablar. Lo único que queda son recuerdos rotos, atisbos de conversaciones sin importancia y abrazos pendientes.
Es curioso, como yo, que toda la vida me he creído mayor nunca me he sentido más niña, desamparada y perdida ante tu ausencia. Una extranjera en mi propio país, entre mi propia sangre intentando encajar el puzle de tu vida con atisbos de lo que fue, con historias en bocas ajenas y cada recuerdo encontrado en una casa que dejó de ser mía hace mucho. Pero que ahora, en un obstinado intento, reclamo como mía.
Es curioso como el duelo te sacude en lo más profundo de tu ser. Curioso como, la racionalidad desaparece ante la pena y el dolor que te deja frío, inundado por el arrepentimiento y desconsolado ante el futuro. Curioso como te cambia la perspectiva, como si un velo se hubiera levantado de tus ojos y ahora, ves más y sientes más, mientras que al mismo tiempo estás entumecido.
Me escondo entre frases enrevesadas, metáforas y eufemismos para hacer frente a sentimientos difíciles de vocalizar. Me escondo para no pensar demasiado en mi orfandad y para no enloquecer arrepentida.
Escribo esto y pienso en ti Papá, en ojalá poder tener otra vida en la que escucho tu voz, tus broncas o tus caricias. Otra vida en la que estés aquí para compartir mis éxitos y mi derrotas. Otra vida en la que nos podamos abrazar diariamente y ahora, escribo esto para ti y para mi, para permitirme pensar, sentir, llorar y tal vez sanar.