Envasar el perfume

1 de junio de 2024
1 minuto de lectura
Un perfume.

El amigo de un amigo nos invitó a su dehesa extremeña para conocer, in situ, con qué exquisitez interpreta la ley animal. Efectivamente, a los cerdos los cobija del calor la sombra de las encinas y algunos de los más ilustrados, tienen tiempo de recitar el poema de Machado frente a ellas: Siempre firme, siempre igual, / impasible, casta y buena, / ¡oh tú, robusta y serena, / eterna encina rural. A la tarde, cansados de la bellota y de pensar en el porvenir que les espera, los cerdos se recuestan en su hábitat ejemplar de pajas mullidas y músicas suaves… pero el olor, para los que no estamos acostumbrados, se hace en el cobertizo insoportable.

-Eso es al principio, nos asegura el guarda. Luego se acostumbra uno y huele a gloria.

…Cuesta trabajo al principio soportar el olor de los cerdos en la realidad que vivimos: Guerras incansables en las esquinas de siempre; Putin invadiendo a su antojo países indefensos; Norteamérica cansada de remediar entuertos; China haciéndose la sorprendida para hincar el diente cuando más entretenidos estemos los demás. Aquí los fugados por grave incumplimiento de leyes determinan el accionar político; la esposa del Presidente de Gobierno está imputada; la vicepresidenta, con el deseo quizá de estar allí todos juntos, manda al sitio donde las heces se acomodan, a los que piensan de otro modo…

Después de la costumbre, envasaremos el perfume.

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