‘En el Infierno de Dante’, relatos de los vicios impenitentes

9 de febrero de 2025
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'En el Infierno de Dante', relatos de los vicios impenitentes. | W
CARLOS ÑAÑEZ R.
“Es por mí que se va a la ciudad del llanto, es por mí que se va al dolor eterno y al lugar donde sufre la raza condenada, yo fui creado por el poder divino, la suprema sabiduría y el primer amor, y no hubo nada que existiera antes que yo, abandona la esperanza si entras aquí”

Dante Alighieri 

El poeta florentino Dante Alighieri nos legó un poema fascinante sobre la vida después de la muerte, en los tres estadios a los que fue, infierno, purgatorio y cielo. Sin embargo, el infierno nos lleva a esa pulsión mórbida por los vicios y la negación de la virtud, así como también nos representa las consecuencias de los actos ejecutados en vida.

Dante, de 35 años, la mitad de la vida para el tiempo que le correspondió vivir, se encuentra en un sopor onírico y se mira perdido en una selva, siendo atacado por tres fieras: un león, un leopardo (lonza, una pantera o un lince) y una loba, estas tres bestias en la selva oscura lo desvían de la recta senda (diritta vita), cayendo en un profundo lugar, un hondo pozo, en donde el sol calla “ I sol tace”, de ese profundo agujero es rescatado por el poeta romano Virgilio, quien evita su desplome a causa de estas tres bestias, figuras alegóricas de la soberbia, la lujuria y la codicia, pecados capitales todos. En su viaje, Dante y Virgilio observan que el Infierno, es la contraparte de las virtudes aristotélicas, su orden va en correlación con las virtudes de la ética a nicomáquea.

En el primer vestíbulo, se encuentran a las almas tibias, aquellas que jamás fijaron una postura, estas se encuentran corriendo tras un estandarte blanco, en las orillas del Arqueronte, río que debe ser vadeado, por los poetas para entrar al infierno, Caronte el inmisericorde barquero, al advertir que Dante viene del mundo de los vivos, niega su embarque, sin embargo Virgilio le ordena bajo el comando “Vouolsi cosi cola ove si puote” (Así se dispuso allá donde se tiene autoridad) (Alighieri, 2011), con lo  cual Virgilio indica que el viaje de Dante está autorizado por Dios, emprenden así ambos la travesía por la laguna del Arqueronte, pero las quejas, blasfemias y maldiciones de los condenados, hacen que Dante pierda el sentido.

La concepción del infierno es la de un espiral, en cuyos primeros cinco círculos se ubican los pecados de autoindulgencia, en los círculos sexto y séptimo los de la violencia y en el octavo y noveno, los de la perversidad, existen lugares como la Caína, nombrada así por Caín, adonde van los condenados que traicionan a sus familias; la Antenora, llamada así por Antenor, un troyano que permitió la entrada del caballo a la ciudad de Ilión, allí son castigados los traidores a la patria, la Tolomea, cuyo nombre, deriva del Faraón egipcio Tolomeo, quien traicionó a Pompeyo, mientras este era su huésped, allí van los traidores con la hospitalidad y la Judeca, cuyo nombre viene de Judas Iscariote, el traidor quien vendió a Cristo, justo allí van los traidores a Dios.

La gravedad de los pecados, se asocia con la multitud de almas que se aglomeran, los lugares más concurridos están ocupados por los pecados más graves. En la entrada al Infierno, Minos el mítico rey de Creta, trocado en demonio, da vueltas a su cola, para definir a cuál circulo corresponde ir a ser martirizado. 

Los poetas ven los pecados de lujuria, el fraude, la gula, el robo, la avaricia y prodigalidad, así mismo observan a los aduladores hundidos en un charco de heces humanas, a los iracundos en medio de la fangosa laguna Estigia, encontrándose allí a la infernal ciudad de Dite, amurallada y en la cual pretendían no ser dejados entrar por las harpías y la Medusa, pero un Ángel custodio, les permite entrar en esta infecta ciudad y toparse, con los lugares de la Caína, la Antenora, la Tolomea, la Judeca y encontrarse al mismo Satanás, a diferencia de la versión popular no arden en entre llamas, sino que para este poeta se encuentran congelados, gusto allí en las tres caras del diablo, están, Bruto y Pompeyo, por el homicidio a César y Judas, quien traicionó a Cristo, Satanás repite blasfemias, gime y llora, aletea para escapar, pero solo produce esa brisa gélida que subyace en el lugar más profundo del infierno.

Los iracundos, los tiranos, están en esa laguna fangosa, en la virulenta Estigia, golpeándose unos a otros, mordiéndose, profiriendo toda suerte de injurias entre ellos y contra Dios, igual los corruptos envueltos en brea ígnea, esos tienen el mismo destino de los ladrones, ambos custodiados por el Centauro Caco, que escupe fuego.

Ambos poetas han de escalar por el cuerpo de Satanás para salir del Infierno, justo logran ver con terror los cuerpos de Caifás y Anás, crucificados en el suelo y pisoteados por demonios, las visiones más que hórridas son una advertencia clara, para los traidores, iracundos, tiranos, ladrones, corruptos, etc.

Lamentablemente, Venezuela parece estar condenada a representar un émulo del infierno en la tierra, los vicios van y vienen, se entronizan, son premiados, la mentira campea, bajo el sometimiento de la verdad por el miedo, la pobreza del alma, nos define como los condenados escindidos de alma, de vida, de ser, desposeídos de cualidades ontológicas, somos solamente una coda en esta ecuación de dolor.

Bajo el imperio de la oscuridad, ya ni siquiera el desatino del Darién es una alternativa, la maldad total parece adueñarse de la realidad, torciendo las mentes de las personas, impidiéndoles hablar con propiedad, proponiendo el imperio de la pobreza de las pobrezas, gélidos y lívidos nos hallamos en esta suerte de apoteosis de los vicios, convertidos en virtud, no contamos en esta travesía con el consuelo de ningún poeta, con la mano amiga de un mentor, estamos solos.

Lamento tener que reconocerlo, pero creo que bien nos viene la frase perded toda esperanza los que entréis aquí, es un triste final para la columna, pero representa el sentimiento real de muchos, quiera Dios, tener misericordia nuestra y cambiar esta pestilente realidad.

*Por su interés, reproducimos este artículo de  Carlos Ñañez R. publicado en El Nacional.

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