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El Tempranillo

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Cabalgaba en su jumento endeble, con pellejos de vinagre, un padre de familia buscándose la vida para mantener a los suyos. En la torpeza de su cabalgar se veía que uno y otro no llegarían a destino, abatidos por el hambre. Un jinete, no muy alto, pero desbordante de estilo y personalidad, los vio venir por la cuenca del arroyuelo, les detuvo y les propuso:

-Antes de llegar a Lucena, entra en la casa de un mulero que pide por una yegua mil quinientos reales. Toma esta bolsa, ve y cómprala… No se te ocurra emplear estos cuartos para otros menesteres, que no respondería del engaño.

Así lo hizo el desvalido y a la tarde, con dos dedos de luz sobre los campos, el Tempranillo le robó al mulero su propia bolsa, dejando satisfecho al pobre hombre de los pellejos de vinagre, que no podía con su alma. Y más que asombrado al de la mula robada.

…Así se están haciendo aquí las cosas, pero con otro descaro, con diferente arrogancia.

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