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El intransigente

intransigente

Sala de cine. | Fuente: JCCM / Europa Press

Confieso que me hubiese gustado ser más permisivo al destacar las razones contundentes que justifican la auténtica valía de las personas, y no detenerme en las nimiedades que, al fin y al cabo, carecen de importancia. Siempre tuve el problema del perfeccionismo, que nunca me deja satisfecho.

Por ejemplo, con el actual presidente de Gobierno no estoy del todo orgulloso. He sabido valorar como pocos la ecuánime ley de memoria democrática, su necesaria alianza con ciertos partidos políticos y paso por alto alguna que otra mentirijilla que pudiera habérsele escapado. No, no se trata de eso: el alcance de mi disgusto radica en no saber todavía en qué cines pueden verse las películas a dos euros para los jubilados. ¡Con la ilusión que me había hecho encontrar en los martes una salida a tanta indiferencia!

Y es que soy un intransigente. Tampoco me gusta Baudelaire ni el Capitán Trueno. Tendré que mejorar. Estoy en ello.

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