El INE ha registrado el dato más alto desde septiembre de 1984, durante la primera legislatura de Felipe González
El pasado 29 de julio, los periódicos destacaban en sus cabeceras un nefasto presagio. La inflación crecería durante el mes de julio hasta alcanzar un 10,8%, viéndose incrementada en 0,6 puntos con respecto al mes anterior. Este viernes, el Instituto Nacional de Estadística (INE) ha confirmado el dato.
El INE atribuye este incremento a «la subida de los precios de los alimentos y bebidas no alcohólicas y de la electricidad y al comportamiento del vestido y del calzado». A este respecto, también se ha visto afectada la inflación subyacente -la que se calcula dejando al margen alimentos no elaborados y productos energéticos-, que ha crecido un alarmante 6,1%.
Este anuncio se produce en un contexto crítico, no solo para España sino también para el viejo continente. El pasado 22 de julio, el Banco Central Europeo (BCE) de Christine de Lagarde subió los tipos de interés un 0,5% para tratar de contener la inflación. El pasado 28 de julio, la Reserva Federal de Estados Unidos (Fed) imitó el ejemplo de la Unión y elevó los tipos de interés americanos en 75 puntos.
Cabe recordar que los tipos de interés constituyen el principal activo de los bancos para influir sobre la economía comunitaria. Consisten en una tasa que se cobra a los bancos convencionales de cada país cuando se produce una concesión de préstamos o se deposita dinero en las respectivas cuentas. Esta tasa termina provocando que, a largo plazo, recibir un préstamo acabe saliendo más caro de lo habitual, lo que desincentiva la inversión y podría llegar a desacelerar la economía.
De esta manera, el consumo tiende a caer, las familias se vuelven cada vez más pobres y la calidad de vida podría reducirse sustancialmente. El Gobierno atiende con especial preocupación la evolución del sector turístico, pues, dadas las circunstancias, España acogería a muchos menos turistas al no contar con unas condiciones económicas favorables.
La inflación se ha visto aumentada, pese a la caída en el precio del combustible de 2 euros por litro a una media de 1,7. A pesar de ser una de las piedras angulares de la tasa inflacionaria, el abaratamiento de la gasolina no ha podido ejercer de contrapeso al incremento de la electricidad y los alimentos, los otros dos valores fundamentales para calcular el porcentaje de inflación.