En una casita olvidada de la vieja Florencia, Dostoievski escribió, seguramente, su mejor novela: El idiota. Mi oficio en el Candil no es el de crítico literario, sino el de ir aprendiendo desde los grandes maestros, desde la vida y desde lo que misteriosamente no tiene explicación, aunque se viva. Aprender, hacer pequeño lo sabido y compartirlo con mis lectores.
Myshkin, un príncipe ruso sin fortuna considerable, va en tren camino de su País. Su formación en el Centro donde ha vivido cuatro años no es académica ni universitaria, sino tutorial y carece, por tanto, de capacidad para analizar las grandes perspectivas que le plantean los otros personajes de la novela que se relacionan con él y que tienen picardía y conocimientos sobre las comunes circunstancias. Como el príncipe no ve maldad en nadie, todo lo encauza desde la comprensión que justifica los errores de los demás. Como es inocente, que no ingenuo, le llaman todos el idiota.
…Sepamos en silencio reflexivo discernir. Vicente Aleixandre escribió que el árbol jamás duerme; los idiotas, al modo de Myshkin, tampoco, pero al final terminan muy cansados.