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El Despeñadero

Despeñadero. Foto de Jeremy Bishop

Frente a la cordobesa Puerta de Almodóvar, el bronce de Séneca sigue pronunciándose en su estilo de sentencias, fruto de aquella contemplación y de la sabiduría de quien salió cada mañana a pelear la vida con solas las palabras.

Ante el espectáculo de una política embarrada en descaros e insolencias, ajena a la Constitución y malherida por el punzón de la soberbia, Séneca nos pacifica nuevamente: “No tengáis envidia a los que ocupan encumbrados lugares porque, lo que hoy nos parece altura, pronto será despeñadero”.

La señora embajadora de España ante la Santa Sede, que fue autora de la última ley de enseñanza, procuró que la filosofía fuese una asignatura irrelevante en esta sociedad tan adiestrada en el servilismo: ¡Ya veis qué acierto!

…Una fuente cercana sonríe la lucidez del maestro que se alimenta de perfumes y naranjos alrededor, mientras Séneca concluye: “Los que adoras y los que desprecias terminan achicados en la misma ceniza”…
Un poco más abajo, a la derecha, en el cementerio duermen los imprescindibles.

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