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El crimen casi perfecto: la historia del violador en serie que fue detenido por una casualidad

El 18 de julio de 1996, Caroline Dickinson, de 13 años, apareció muerta en el albergue francés en el que dormía junto a dos amigas. Nadie oyó ni escuchó nada esa noche, pero la policía investigó los hechos y elaboró un listado de cien sospechosos, e interrogó a todos menos a uno: al español Francisco Arce Montes, Patricia Peiró lo cuenta en la cadena SER, en La Ventana.

La policía sospechaba de él, pero cuando trataron de interrogarlo y de hacerle un test de ADN, al igual que habían hecho con todos los hombres de entre 15 y 35 años residentes en la zona, pero para entonces Arce ya se había esfumado. Es la historia del conocido como violador errante, que Patricia Peiró ha contado en La Ventana.

Una casualidad que permitió detenerle

Sin pruebas y sin culpable, el crimen permaneció sin resolver hasta cinco años después, cuando, al otro lado del mundo, un funcionario de aduanas estadounidense leyó un reportaje sobre la búsqueda de este sospechoso de asesinato. El agente metió su nombre y la fecha de nacimiento en el buscador y, bingo, Arce estaba en Miami.

Lograron localizarle cuando volvió a actuar, fue pillado cuando entró en la habitación de hotel de una mujer y trató de violarla. Una vez detenido, pudieron tomarle una muestra genética y obtener pruebas del asesinato a la chica francesa, aunque él nunca llegó a confesar el crimen.

Finalmente, en 2005, le condenaron a 30 años de prisión en Francia, aunque observando todos los datos de su biografía se dieron cuenta de que esto no había sido un crimen puntual, sino que estaban frente a un violador en serie.

El violador errante

Salió a la luz su pasado criminal, repleto de violaciones y agresiones sexuales por toda Europa. Había sido denunciado ya en los años 70 en su Asturias natal por una agresión, en los años 80 también recibió denuncias en Alemania por exhibicionismo, intento de violación y robo, más tarde fue a Francia, donde también constaba otra denuncia contra él por abuso sexual.

En los 90 estuvo en Holanda, Irlanda y Gran Bretaña. A raíz de su detención, la policía británica investigó si estaba relacionado con una agresión a tres chicas en Gales en los años 80. Suiza también solicitó información a la Interpol para estudiar su relación con otras agresiones en su territorio. Le bautizaron como “el hombre lobo” y la policía le definió como un maníaco sexual itinerante.

Esta fue la clave de salir impune de tantos crímenes en tantos países distintos, su itinerancia constante y la falta de conexión que existía entre los cuerpo policiales internacionales.

Ya había escapado de la justicia

Además de la condena francesa, en 1997 fue condenado por la Audiencia Provincial de Asturias a 11 años de prisión por una agresión sexual cometida sólo 5 meses antes del asesinato de la niña. En ese momento ingresó en la cárcel, pero pocos meses después salió a espera del juicio, aunque su propia familia se mostró en contra de esa medida.

El juicio debía haberse celebrado en 1998 pero para entonces ya había desaparecido del mapa. Actualmente sí está cumpliendo su condena en Francia por el asesinato de Dickinson.

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