Hoy: 22 de noviembre de 2024
Un estudio internacional, en el que participa la Universidad Autónoma de Madrid (UAM), ha encontrado que una mayor ingesta de proteínas, tanto vegetales como animales, está asociada con una reducción en la mortalidad de personas mayores que padecen enfermedad renal crónica leve o moderada. Publicada en la revista JAMA Network Open, la investigación se basa en un seguimiento de 10 años de 8.543 personas mayores en España y Suecia.
La enfermedad renal crónica (ERC) afecta la capacidad de los riñones para filtrar la sangre y realizar funciones vitales, y se asocia con un mayor riesgo de enfermedades adicionales y mortalidad. Esta condición tiende a aumentar con la edad, afectando a más del 40% de las personas mayores de 60 años en diversas formas, desde leve hasta grave.
Tradicionalmente, se ha aconsejado a los pacientes con ERC leve y moderada limitar su ingesta de proteínas para ralentizar la progresión de la enfermedad y evitar complicaciones metabólicas. Sin embargo, se sabe que los mayores necesitan más proteínas que los jóvenes para mantener su función física y salud general.
El estudio realizado por la UAM, junto con CIBERESP, IMDEA-Alimentación e Instituto Karolinska, analizó datos de 8.543 personas mayores de España y Suecia durante una década para establecer la cantidad óptima de proteínas en pacientes con ERC. La ingesta de proteínas se estimó mediante entrevistas y cuestionarios validados, y los datos de mortalidad se obtuvieron de registros nacionales de defunciones.
Los resultados del estudio indicaron que, en comparación con la recomendación estándar de 0,8 gramos de proteína por kilogramo de peso corporal al día, una ingesta de 1,0; 1,2 y 1,4 gramos por kilogramo se asoció con una reducción en el riesgo de muerte del 12%, 21% y 27%, respectivamente. Tanto la proteína vegetal como la animal mostraron efectos protectores similares.
Los investigadores concluyen que, en personas mayores con ERC leve o moderada, los beneficios de una mayor ingesta de proteínas podrían superar los riesgos asociados. Por lo tanto, estos pacientes podrían beneficiarse de consumir más proteínas de las recomendadas actualmente, aunque no está claro si estos resultados se aplican a quienes tienen ERC grave, a diferentes grupos étnicos o a quienes siguen dietas vegetarianas o bajas en proteínas.
En investigaciones futuras, los autores planean explorar el impacto de la dieta y la nutrición en otros síndromes geriátricos y enfermedades neurodegenerativas, con el objetivo de influir en las políticas de salud pública y prácticas clínicas. Su enfoque incluirá el análisis de cómo los patrones dietéticos y la ingesta de proteínas afectan la malnutrición y la multimorbilidad en adultos mayores, así como su relación con biomarcadores de la enfermedad de Alzheimer.