Recordamos en la extraordinaria novela de Hermann Hesse el crecimiento de un adolescente, Emil Sinclair, que se escuda en lo bueno de su entorno y descubre de malo únicamente lo que está más allá de los límites de su complacencia. De pronto un amigo de la escuela lo extorsiona con una mentira que él descubriría si no se aviene a entregarle un soborno de dos marcos que, con dificultad, Emil consigue y a los que añade el mal amigo otra petición: el conocimiento de su hermana…
Si aplicamos parte de este nudo novelesco a la realidad española de hoy mismo, nos encontramos con que los políticos sólo ven maldad en el de enfrente, tapan su propia miseria y quieren hacernos ver que no vemos lo que quieren que veamos. Paralelamente, determinados privilegiados independentistas sobornan al Gobierno con provocar su caída si no reciben lo que ellos apetecen, por encima de cualquier consideración. Y luego más y más… a cambio de ocultar las vergüenzas.
Puede que la justicia sea lenta, pero implacable. De una u otra manera todo se paga, quizá a precios no tan altos como se abonaron las mascarillas.