Del mismo río, en otra orilla

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Defensa de la independencia de Cataluña en el Camp Nou. | Fuente: Reuters / Europa Press

Por boca del justamente galardonado Rafael Cadenas, Einstein nos recuerda que los nacionalismos son un sarampión para los pueblos. Del sarampión todos conocemos sus síntomas: manchas diminutas y rojizas, como picaduras de pulga que nacieran en antiguos colchones de lana. 

Y como aún no se encontró remedio para semejante insistencia, los nacionalistas salen descaradamente a tomar el sol de las prebendas. Pican y pican… y alguna sangre se llevan. 

Salvador de Madariaga nos mostró la causa de su fidelidad: «Son de ideas fijas porque, al tener tan pocas, no les queda más remedio que conservarlas».

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