Hoy: 22 de noviembre de 2024
Todas las rosas son la misma rosa, Amor, la única rosa… escribía con acierto poético Juan Ramón Jiménez.
Sin embargo, a la más leve observación podemos advertir que muchos capullos son incapaces de llegar a rosas algún día. Y los vemos quedarse, sujetos a los tallos, con la dolorosa melancolía de los que se sienten abandonados.
Si se acostumbraran a ser capullos siempre tendrían su mérito, incluso adornarían el verde otoñal de los jardines; pero no, son inconformistas al saberse impotentes para las alturas. Deberían leer a Séneca, que aconsejaba a sus discípulos la preferencia por los sitios bajos, desde donde es mayor la dificultad, por grande que sea el empeño, de despeñarse.
Una parte vocinglera de los que nos gobiernan, son capullos de inteligencias vanas bajo hermosas cabelleras al aire de su vuelo. Creen acercarnos aromas de leyenda, pero apestan a viejos rencores de tiempos que ni siquiera han conocido. Bajan la voz en el tránsito de los Pasos Perdidos del Congreso, aunque sabemos que son capaces de retener las mentiras durante muchos años debajo de sus lenguas frías.
Hemos sufrido con anterioridad presidentes que eran capullos también, pero de margaritas. Uno no muy lejano en el tiempo, se pasó la vida bordando en su bandera el sí y el no de la duda perniciosa. Y terminó, melifluo, quedándose perplejo y amarillo, como si le hubiesen bajado los pantalones sin que él, hasta el final, se hubiese dado cuenta.