En una ráfaga inusual salida de su noche, Nietzsche escribió que lo más doloroso para el ser humano es la ausencia de las personas a las que se quiere. Buscando el lado bueno de la frase, me atrevo a proclamar que lo más deleitable y satisfactorio es la presencia de aquellos a quienes amamos.
San Juan de la Cruz lo deja meridianamente claro: “La dolencia de amor no se cura sino con la presencia y la figura”. Aunque, como en todo, hay excepciones, porque existen presencias desfiguradas y ausencias que se agradecen.
En el día de la Hispanidad es lógico que quienes no aman a España se queden en sus casas haciendo, como suelen, encajes de bolillo. Y algunos que estuvieron presentes debieron haber hecho lo mismo. Tendremos que ir aceptando con dolor que las buenas uvas no crecen en viñedos estériles y, algunos de los presentes, sólo fueron capaces de mostrar inteligencias de vinagre.
…¿Quién ha sembrado tanto odio en la hermosura de nuestros campos?