Entiendo por amores insuficientes los que se derriten en complacencias y apenas hacen algo para crear, desde ellos, una mejoría conjunta. “Amor qué bien estamos”, pero sin la costumbre de las torceduras, sin respuesta para los inconvenientes.
La Generación del 98 amó a España dolorosamente, tras un análisis que pretendía buscar entre todos respuestas para un sufrimiento que provocaron, como siempre, los egoístas. El grito unamuniano de “amo a España porque no me gusta”, lleva en su palabra la inteligencia que construye, la rebeldía animadora para emerger de la pasividad y regresar de nuevo a la cordura de la grandeza. Con la misma preocupación vibraban en gestos parecidos Ortega, Azorín, Marañón… que fueron verdaderos intelectuales del progreso.
Es insuficiente el amor que se detiene en la contemplación de los buenos propósitos, del “ya verás como no pasa nada porque el límite es la Constitución”…, sin tener en cuenta que los enemigos acechan al cruzar el río: la naturaleza del escorpión es regar con veneno las bondades.