“A nadie te pareces desde que yo te amo”, cantaba Neruda a su mujer Matilde, que se había transformado en una llama larga y limpia por la predilección del poeta. Es verdad que a Matilde Urrutia la vieron desde entonces pasear su seguridad de bienamada por Isla Negra, y se le morían las mañanas buscando caracolas para la colección de su esposo: Pablo escuchaba desde ellas la eterna conversación de las sirenas, desde ellas escuchaba las fatigas del agua. Mientras, como el amor, iban y venían las olas hasta que conseguían dejar sobre el pecho de Matilde la huella de la espuma.
A veces, por la calle, nos encontramos con gentes conocidas que hace tiempo no veíamos y que muestran, sorpresivamente, una extraña juventud en la cara, como si una canción se les hubiera detenido entre los labios. Si así aparecen es porque se han enamorado. Manuel Altolaguirre, nuestro malagueño poeta del Litoral más bello, pudo escribir para ellos uno de sus más acabados poemas: “…Bendigo…la piel tan fina de mis labios / porque mi sangre está más cerca de la tuya cuando te beso”.
En el 2022 la pasión ha reemplazado a la ternura. Se obliga en los colegios a aprender la Historia irreal y sesgada porque conviene a la ignorancia. Aquellos poemas se cambiaron por los exabruptos de la clase política… y así tenemos una España desafinada y pobre, con sólo cuarto y mitad del amor que precisa para sobrevivir…
No sé qué será mejor, si quebrar los espejos o pasar de largo sin mirarse en ellos.