Hoy: 21 de noviembre de 2024
Las clarisas excomulgadas de Belorado amenazan con elevar su debate a categoría global. Cada vez son menos, hasta que se vaya quedando sola la priora con el falso obispo, quien asegura la adhesión de cientos de sacerdotes.
Lo que pretenden estas monjas, hijas indignas de la humildad franciscana, es un desatino en la misma raíz de su exigencia. Por una parte, rechazan la novedad pastoral que supuso en la Iglesia el Concilio Vaticano II; y todos los papas y obispos que viene detrás “por modernos”. Y de otra parte, se separan de la Iglesia porque ellas son hijas de los tiempos nuevos y han de adaptarse a la creatividad con que les va iluminando su propio Espíritu Santo.
Si de verdad tuvieran razón, que no la tienen, dialogarían en justicia y caridad evangélica con la Santa Sede y descubrirían pronto la locura de un emprendimiento soberbio, cuya sola manifestación está indicando lo que Santa Teresa de Jesús llamaría un “disbarate”.
Siempre hay grupos que apoyan estas veleidades, mírese el Palmar de Troya: un espantoso ridículo.