Poco a poco se van cambiando en España los votos que nacían en las entrañas a los que deben ser nacidos en la inteligencia. Porque no se trata de derechas, izquierdas o extremos, sino de aquellos gobiernos que siembren el bien común aunque no les toque a ellos recibir la cosecha. Según regiones, abusos en el comportamiento social, esplendidez o satrapía, a la hora de las elecciones los votos han ido a uno u otro partido. Así, Extremadura y Andalucía eligieron tradicionalmente el socialismo, las dos Castillas de entonces se inclinaban más al centro; los vascos a Sabino Arana, tan exquisito; los catalanes votaron siempre a los honorables que más les convenía… y así sucesivamente.
En este crisol de voluntades encontradas, más por lo que en familia se condicionaba que por la justa retribución a los resultados, el personal, más cerebral que gregario, está orientando sus decisiones en esperanzas concretas de resultados previstos. Si los que pueden venir, también engañan, sólo nos va a quedar la intervención divina del Niño-Dios nacido, que invita a la transformación.