En la política alemana han ocurrido en los últimos días, horas en realidad, dos hechos muy relevantes sobre lo es hacer política de Estado y en este sentido, sobre cuál es el papel y la misión de los partidos y de sus líderes respecto de la sociedad a la que sirven. Porque se supone que de eso se trata, de servir a la sociedad y no a satisfacer intereses personales y partidistas.
Uno de estos hechos ha sido el acuerdo al que han llegado en Alemania la Unión Demócrata Cristiana (CDU), el Partido Socialdemócrata (SPD) y Los Verdes para aprobar una flexibilización del techo de deuda y poder aprobar nuevas inversiones en Defensa, un compromiso que esperan sacar adelante en la sesión extraordinaria de la próxima semana en el Bundestag, la Cámara Baja del Parlamento. Es decir, se han unido conservadores y progresistas para hacer política de Estado y las circunstancias actuales por el nuevo marco geopolítico que imponen Putin y Trump así lo aconsejan por el bien de Europa, que es tanto como por el bien de la propia Alemania.
Para Los verdes alemanes no ha sido cómodo apoyar el rearme de Alemania y aprobar un fondo destinado a infraestructuras por valor de 500.000 millones de euros, en la que puede ser la mayor inversión militar de Alemania desde la Segunda Guerra Mundial, pero han entendido que la supervivencia de Europa con las garantías de defensa y seguridad que el momento requiere exigía estar ahí por encima de posiciones partidistas y diferencias personales.
El segundo de los hechos tiene mucho que ver con el anterior, aunque su visión es mucho más amplia y compleja: la alianza conservadora que conforman la Unión Demócrata Cristiana (CDU) y la Unión Social Cristiana (CSU) ha anunciado junto al Partido Socialdemócrata (SPD) el inicio de negociaciones en firme para concretar una ‘gran coalición’ de gobierno que dirigirá Alemania con el líder democristiano Friedrich Merz como nuevo canciller del país, que es quien ha vencido en las recientes elecciones.
Es decir, es como si el PP y el PSOE se hubiesen puesto de acuerdo para formar un gobierno en representación del 72% de la población española para asumir juntos asuntos de Estado vitales para el desarrollo social y económico del país y del conjunto de Europa.
Lo que sucede es que España no es Alemania ni los partidos y los políticos españoles son los alemanes y eso es impensable en nuestro país por muy necesario que pudiera ser, sobre todo ahora que Europa exige una apuesta decisiva y urgente para defenderse de los enemigos. El Gobierno está dividido ante cuestiones trascendentes como el gasto militar y el presidente Pedro Sánchez ni siquiera se plantea pasar por el Congreso para dar explicaciones a la sociedad española, mientras espera que el PP se entregue y rinda sin condiciones a la causa. Un dislate propio de un país de risa como este. Deberíamos mirarnos en el espejo alemán; aprenderíamos mucho de cuál es el fin y los objetivos de la acción política y de cómo hacerlos posible sin trucos, mentiras y maniobras de trileros.
Avisos