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Aburrimiento

aburrimiento

Una mujer bosteza. | Fuente: Getty Images / iStockphoto / Fizkes

Una vez cada tanto es preciso aburrirse. Recuerdo haber oído, con esa brillantez senequista que tienen muchos cordobeses, a Francisco, que era portero (bedel se dice ahora), del colegio donde yo estudié bachillerato.

Francisco, bajo las maderas del mostrador no tenía otra cosa que hacer más que tocar el timbre cuando acababan las clases y beber, entre sonidos, sorbos de vino peleón que tenía en una damajuana escondida.

-Francisco, ¿no se aburre usted?, le pregunté una mañana desabrida.

-Y lo bien que se está aburrido, me replicó con filosofía que no esperaba.

Doy fe, a estas alturas, que busco como ansioso peregrino esa locura sosegada que me permita seguir escribiendo cada día y ver el mar, a lo lejos, haciéndome desde el azul tantas preguntas.

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