Mi generación y lo poco que queda de ésta, muy próxima a pasar conmigo al más allá, es responsable de la Venezuela que dejamos hoy. Desde los años 40 y 50 del siglo pasado, 20 años después de la muerte del dictador Juan Vicente Gómez, el país estuvo en nuestras manos, empezamos a cimentar la democracia. Pero el error histórico, por precipitación y ambición, de un partido de raíz demócrata, de aliarse con militares para derrocar al presidente Isaías Medina Angarita, que llevaba al país por buen rumbo, hizo retroceder la historia más de 10 años: aquel fatídico golpe del 18 de octubre de 1945. El primer presidente democrático en Venezuela, elegido constitucionalmente por voto universal y secreto, don Rómulo Gallegos, a los pocos meses fue destituido por los mismos militares aliados a su partido el 18 de octubre de 1945. El golpe de Estado militar es una semilla mala, contagiosa.
Pasaron 10 años para volver a enderezar el rumbo. Cayó la dictadura de Marcos Pérez Jiménez el 23 de enero de 1958. Dictadura más que todo carnavalesca y de obras públicas. Regresaron del exilio o salieron de prisión los líderes democráticos y en una reunión histórica, Rómulo Betancourt, Rafael Caldera y Jóvito Villalba, firmaron el Pacto de Puntofijo, que llevó el nombre de la residencia del Dr. Caldera, donde se realizó el encuentro.
Comenzó una verdadera etapa democrática para Venezuela, yo diría que la primera y única hasta ahora. La juventud estuvo en estos acontecimientos , si no como en aquella famosa Batalla de La Victoria, el 12 de febrero 1814, comandada y ganada por José Félix Ribas, con un grupo de jóvenes estudiantes y seminaristas, que dio un paso decisivo para alcanzar la independencia; tampoco como en 1928, cuando los estudiantes se alzaron contra la dictadura gomecista, sí estuvo presente en la lucha contra Pérez Jiménez, en aquellos años previos al 23 de enero de 1958. Recordemos al estudiante Enrique Pérez Olivares, agarrando los micrófonos en una importante conferencia panamericana que se realizaba en Caracas, para denunciar el estado en que se encontraba el país. La juventud siempre ha sido sensible a nuestros males, ¿pero dónde está hoy?
Los 40 años de democracia que finalizaron en 1998, se caracterizaron por grandes logros políticos, económicos y culturales. Si bien el Pacto de Puntofijo sólo lo siguieron Acción Democrática y Copei, porque Jóvito Villalba se retiró con su partido URD, por esa precipitación que caracterizó a Villalba: no sabía esperar y esto lo sancionó políticamente. Los otros dos partido siguieron adelante: AD en el poder y los socialcristianos haciendo la segunda. Lo que se llamó el gobierno de la Guanábana, por los colores electorales de las dos entidades políticas. La lealtad de Rafael Caldera y su partido al gobierno de Betancourt, fue total y efectiva. Juntos superaron momentos difíciles. Rómulo se lo agradeció siempre a Caldera y su partido, reconociendo las grandes dotes del líder copeyano; por eso lo apoyó decididamente, cuando sus correligionarios no querían entregarle el poder en 1969.
El achaque que se hace a los dos principales partidos por sus errores durante la alternabilidad en el poder, es injusto. Errores hubo, pero no se puede decir que fueron compartidos, simplemente por cuestión de tiempo en el poder: durante 40 años. Acción Democrática tuvo cinco períodos presidenciales, Copei solamente dos. Porque la segunda presidencia de Rafael Caldera, no fue con su partido, lo había desechado, fue con una coalición que popularmente se llamó el Chiripero. En 25 años hay más chance de yerro que en 10. La prueba, Carlos Andrés Pérez ni siquiera pudo terminar su segundo período, lo defenestraron.
Venezuela entra al siglo XXI muy mal. Con una naciente dictadura de izquierda, yo no diría que ni siquiera de eso, de ninguna ideología, sino de asalto y robo. En un cuarto de siglo en el poder, el gobierno no ha cambiado su estilo, más bien lo ha acentuado. Todo esto ha dado origen a la emigración masiva de los venezolanos, en busca de horizontes de vida fuera de nuestras fronteras. Indudablemente, gran parte de esta masa de ausentes, debe estar compuesta por las fuerzas juveniles que buscan ser en el extranjero y no yacer en la patria.
Nos hace falta esa presencia heroica que siempre estuvo en nuestra historia. Hoy, si una parte se ha ido, la que permanece en el país, si no está en prisión, está acobardada, temerosa, acallando sus ímpetus de libertad, de audacia, su desafío a la muerte. Yo le pido que despierte, aunque no se puede ofrecer otra cosa que lo que ofreció Winston Churchill a su pueblo en aquella hora difícil: Sangre, sudor y lágrimas. ¡Que sean pocas las lágrimas!
Hay que inventar nuevos métodos para salir de esta pesadilla. Sólo la juventud puede hacerlo, experta como es en la nueva tecnología. Sólo ella puede inventar trastornos cibernéticos que alteren la estabilidad de un gobierno indeseable. ¿No son buenos hackers? ¿Qué tal si por un motivo noble se convierten en crackers?
Juventud, ¿dónde estás?
Por su interés reproducimos este artículo de Alicia Álamo Bartolomé publicado en El Impulso.