LUIS ALFREDO PÉREZ
Es muy probable que a estas alturas usted sepa de qué hablo. La semana pasada, durante un concierto de Coldplay, el Jumbotron enfocó a una pareja abrazada que, al verse en cámara, entró en pánico: la mujer se tapó la cara y el hombre se tiró al suelo.
La escena fue compartida inmediatamente por usuarios de TikTok, y en cuestión de horas el par de tórtolos fue identificado: él es el CEO y ella la Jefa de Recursos Humanos de Astronomer, una de tantas empresas de tecnología valorada en billones, pero desconocida para el público en general.
Aún más interesante: él está casado y tiene hijos con otra mujer.
La máquina de memes se puso en marcha, y ha alcanzado niveles legendarios. Pero al margen de la oportunidad de hacer un buen chiste, en el ensañamiento colectivo parece haber otro elemento.
Pongámoslo así: ¿A quién se le ocurre ir con su amante, que encima es su subordinada, a un concierto público? ¿Y a quién se le ocurre seguir abrazándola, si el cantante del grupo anuncia que el Jumbotron enfocara a parejas?
No me interesa hablar de los valores morales de la persona. Cada quién. Lo que me interesa es su mentalidad.
Así como hace unos meses el asesinato del CEO de una empresa de seguros dio lugar a una catarsis de gente que se siente maltratada y estafada por aseguradoras estadounidense, el CEO de Astronomer representa a un personaje hecho (im)popular por las empresas de tecnología de Sillicon Valley: los ejecutivos arrogantes, bullies, y engreídos con tanto poder sobre otras personas, que terminan por sentirse intocables y con derecho de hacer lo que les venga en gana — sea empujar a sus empleados a trabajar ochenta horas a la semana, despedirlos cuando le venga bien, o ver a sus subordinados como objetivos románticos válidos.
Durante el fin de semana la compañía donde trabajaba —y en la que seguramente tenía acciones que valían millones— anunció su despido. Lo justificó diciendo que el CEO no había estado a la altura de los valores de la compañía.
¿En serio? Para entonces en internet ya habían aparecido recuentos de su comportamiento profesional, tachándolo de tóxico y trácala. ¿De verdad, la compañía no sabía nada sobre esto? ¿O será que no le importaba, siempre y cuando no apareciera en el Jumbotron de Coldplay?
Hipocresía