Destacando la importancia de los acentos (tildes se llaman ahora) mi padre nos hacía ver la perversa diferencia que hay entre pérdida y perdida.
Se pierde la cartera o las gafas, el sueño o el trabajo, se pierde la razón cuando se impone. La mentira pierde su negrura en medio de las verdades. Se pierde el equilibrio de la justicia cuando a unos se les da en perjuicio de lo que debe darse a todos O a ninguno. Se pierde la dignidad cuando se presenta disfrazada de bien común. Tarde o temprano se pierde lo que mal se ha conseguido: un empleo creado para conformar a la familia del inútil o un magisterio atribuido a una persona sin cualidades específicas, sin más mérito que su alta parentela. Se pierde la grandeza de una novela cuando se le atribuyen certezas de historia. Se pierde la vergüenza cuando se anteponen los caudales a la sensatez… Muñoz Rojas escribía que un montón de objetos perdidos es la vida.
Sin rumbo y perdidos vamos por las encrucijadas de esta España nuestra a causa de la inmoral y negociada ruindad de tanta pérdida. Nadie hace más daño que quien impide la recuperación de lo perdido.