Hoy: 25 de noviembre de 2024
Los resultados del Estudio sobre la Carga Global de Enfermedades (GBD) 2021 publicados en The Lancet pintan un panorama optimista al predecir un aumento significativo en la esperanza de vida global para 2050. Sin embargo, una lectura crítica de estos hallazgos revela que esta proyección puede ser demasiado simplista y no refleja adecuadamente las complejidades de la salud global y los desafíos que enfrentamos. No todo será como parece. El mundo feliz está lejos de hacerse realidad
El estudio sugiere que las intervenciones de salud pública han llevado a mejoras significativas en la esperanza de vida. Si bien es cierto que las campañas de vacunación y las mejoras en la atención sanitaria han reducido la mortalidad por enfermedades transmisibles y cardiovasculares, el informe no aborda suficientemente las limitaciones de los sistemas de salud en muchas regiones, especialmente en países con recursos limitados. Estas limitaciones pueden obstaculizar la implementación efectiva y sostenible de estas intervenciones a largo plazo.
En segundo lugar, aunque el estudio anticipa un aumento en la esperanza de vida, también predice que las personas vivirán más años con mala salud debido al incremento de enfermedades no transmisibles (ENT). Este escenario plantea una paradoja: vivir más tiempo no necesariamente significa vivir mejor. La creciente prevalencia de ENT como la diabetes y la hipertensión, a menudo vinculadas a estilos de vida poco saludables, sugiere que las políticas de salud pública deben centrarse tanto en la prevención como en el tratamiento para mejorar verdaderamente la calidad de vida.
Además, la afirmación de que las disparidades en la esperanza de vida entre regiones disminuirán podría ser una visión demasiado optimista. Aunque la brecha podría reducirse, las desigualdades estructurales, económicas y sociales que contribuyen a estas disparidades son profundas y difíciles de erradicar. La reducción de estas desigualdades requiere más que intervenciones de salud pública; necesita cambios sustanciales en políticas económicas y sociales, que no se abordan en profundidad en el estudio.
Otro aspecto crítico es la dependencia del estudio en modelos predictivos que asumen la continuidad de tendencias actuales sin considerar eventos disruptivos imprevistos, como pandemias o crisis económicas. La reciente pandemia de COVID-19 ha demostrado cómo un evento global puede alterar drásticamente las proyecciones de salud pública. Los modelos que no incorporan adecuadamente la posibilidad de tales eventos pueden ofrecer una visión sesgada y excesivamente optimista del futuro.
Asimismo, el enfoque en la mejora de la esperanza de vida a través de la mitigación de factores de riesgo metabólicos y conductuales es loable pero insuficiente. La obesidad, la hipertensión y otros problemas de salud relacionados con el estilo de vida no se resuelven únicamente con políticas de salud; requieren una transformación en la educación, la cultura y las infraestructuras que promuevan estilos de vida saludables. Sin cambios sistémicos y un enfoque integral, es improbable que las intervenciones logren el impacto necesario.
En conclusión, aunque el Estudio sobre la Carga Global de Enfermedades 2021 ofrece una visión esperanzadora del futuro de la salud global, es crucial abordar sus limitaciones. Una proyección que no considera adecuadamente las complejidades de los sistemas de salud, las desigualdades estructurales y la posibilidad de eventos disruptivos podría conducir a políticas insuficientes y mal dirigidas. Para lograr un verdadero avance en la salud global, necesitamos un enfoque más holístico y realista que aborde tanto la prevención como la mejora de las condiciones de vida y salud en todo el mundo. Y como no, si hay que morir y abandonar este “mundo feliz” que sea con dignidad.