Pasé por la puerta de la basílica y como estaba abierta decidí entrar. No soy habitual de misa, es verdad, pero ese día me llevaron los pasos y no me resistí. Cuando abro el portón de madera, todavía en el umbral, se me acercó una mujer y me dijo:
—Reza un padre nuestro y un avemaría por el alma de Juan Manuel -Sí, vale, asentí con la cabeza. Y me puse a escuchar. La liturgia estaba empezada. El templo casi lleno. Entonces reparé que la mujer, rubia, de mediana edad, menuda de cuerpo, se acercaba a todos los feligreses que entraban a la iglesia. A todos sin excepción, jóvenes o mayores, mujeres y hombres. Iba de un lado a otro de los dos accesos con la misma súplica:
—Reza un padrenuestro y avemaría por el alma de Juan Manuel. Y todos se comprometían con el encargo.
La verdad es que estaba más pendiente de esa mujer que del desarrollo de la misa. Me acerqué a ella y con susurros le pregunté quién era el tal Juan Manuel.
—Mi ‘marío’, que se ha muerto y está en el purgatorio. Rece por él para que se vaya al cielo.
—¿De qué ha muerto?
—De una enfermedad de la sangre, una infección.
Por un momento me di por satisfecho con la respuesta, pero al rato seguía teniendo curiosidad y me volví a acercar a la mujer, que vestía una blusa de colores suaves y cálidos.
—¿Y porqué sabe usted que está en el purgatorio y no en el cielo?
—Porque se me aparece de noche vestido de negro. Si estuviera en el cielo estaría de blanco, ¿no lo ve usted así? ¡Usted rece a ver si entra ya al cielo y nos deja a todos tranquilos!
Pendiente del cura por si en algún momento nos llamaba la atención con tanto cuchicheo en os bancos del final, volví a preguntar:
-¿Es que su esposo no fue bueno y necesita de ayuda para ir al cielo?
Fue la primera vez que la nerviosa mujer se detuvo un instante y me miró unos segundos; no sé qué estaría pensando, pero lo más seguro es que creyese que era idiota.
-A buen entendedor pocas palabras!
Y siguió asaltando a cuantos entraban a la iglesia para pedirle un padrenuestro y avemaría por el alma de Juan Manuel. Cuando iba a acercarse a una mujer le dijo: «Sí, ya sé! Parece que no era la primera vez que pedía por el alma de Juan Manuel.