Hoy: 5 de diciembre de 2024
Tras las recientes noticias sobre las dos primeras muertes por viruela del mono en nuestro país, cada vez son más los ciudadanos que empiezan a considerar un peligro real esta enfermedad para su salud. Sin embargo, aún existe cierto desconocimiento sobre la transmisión y sintomatología de este virus, lo que hace que aumente aún más la incertidumbre entre la población.
La realidad es que no es la primera vez que esta enfermedad afecta a los humanos. Ya desde 1970 se vienen detectando casos de infección humana por este virus en la República Democrática del Congo y otras regiones del África Central y Occidental, como Nigeria. En 2003, en EE. UU. se detectó un brote con 70 casos confirmados. Sin embargo, hasta el momento no se habían detectado casos en España.
Este virus pertenece al género Orthopoxvirus, al igual que el virus de la viruela humana, ya erradicado. Los hospedadores habituales del virus de la viruela del mono no son los humanos o incluso los simios, sino los roedores, por lo que se podría decir que los humanos somos hospedadores por error. Aún así, este virus puede contagiarse tanto de animales a personas, como de personas a personas.
La viruela del mono puede producir síntomas de diferente gravedad en los humanos, siendo los grupos con más riesgo los niños, las embarazadas o las personas inmunodeprimidas. Los síntomas más comunes son la fiebre, cefalea, dolores musculares o falta de energía. Lo más característico son las erupciones en la piel que acompañan a los síntomas anteriores, que pueden tardar en desaparecer entre 2 a 3 semanas. Estas erupciones suelen llenarse de líquido y posteriormente formar una costra que se desprende tras secarse.
Por lo general, los síntomas suelen desaparecer tras un par de semanas y suelen tratarse con medicamentos de apoyo para el dolor y la fiebre. Las complicaciones de la viruela símica son infecciones cutáneas secundarias, neumonía, confusión y problemas oculares.
Este virus se propaga de persona a persona por contacto directo con alguien que tiene una erupción cutánea activa (es decir, no se ha formado aún la costra y se ha caído) causada por esta enfermedad, siendo lo más común el contacto piel con piel, lo que incluye también el contacto sexual. También es posible, aunque menos probable, el contacto con entornos contaminados por el virus, cuando una persona infectada toca objetos o superficies que posteriormente entren en contacto estrecho con una persona sana. Incluso puede transmitirse de la madre al feto o después del nacimiento, ya sea por contacto directo o por medio de la lactancia.
Aún no se sabe a ciencia cierta la capacidad que tiene este virus para propagarse a través del aire, ya sea por gotículas respiratorias u aerosoles de corto alcance, por lo que se están realizando más estudios para obtener información acerca de este y otros métodos de transmisión.
Según estos datos, es importante destacar que no se debe estigmatizar como se lleva haciendo al colectivo LGTBIQ+ como eje principal de la transmisión del virus, ya que puede transmitirse por contacto sexual también entre parejas heterosexuales, o incluso sin que se mantengan relaciones íntimas.
Es importante destacar que, si se cree que ha estado en contacto directo con alguien infectado por el virus o en un entorno afectado, limite los contactos con otras personas tanto como sea posible durante 21 días y vigile atentamente los signos y síntomas que pueda padecer. Si resulta positivo, es muy importante que se aísle de los demás y extreme la higiene de manos.
Actualmente existen ciertas vacunas, que originalmente iban dirigidas a la viruela humana, que pueden dar cierta protección frente a la infección por viruela del mono. Sin embargo, en la práctica clínica los resultados son escasos y se siguen estudiando otras posibles opciones más específicas. Estas vacunas están consideradas para la población de riesgo, por lo que no se recomienda una vacunación masiva hasta el momento.
Debemos tener en cuenta la tasa de letalidad extremadamente baja del virus y su menor capacidad de contagio en comparación a otros virus más conocidos como el propio SARS-CoV-2, causante de la COVID-19, por lo que, a día de hoy, no debemos caer en un alarmismo desmesurado a causa de esta emergencia sanitaria.