Por la multitud de sus milagros, puede parecer que San Isidro estaba rezando todo el día. No es eso. Lo que sucede es que cuando nos ocupamos de Dios, Dios se ocupa de nosotros. Ante ese proceder del santo madrileño, los ángeles cumplieron con su tarea de la siembra y del arado:
Fueron los ángeles primero, como vientos heridos sobre el arado quieto, aquellos que procuraron el milagro de que San Isidro orase y trabajara al mismo tiempo.
Fueron los ángeles quienes ayudaron a su corazón para que el trigo naciera con su ejemplo.
Los ángeles. Fueron los ángeles.