España está llena de catedrales bellísimas que configuran los sitios y multiplican las devociones. Enumerarlas, sería insistir en lo que ya conocen; hoy, sin embargo, destaco la más hermosamente inacabada catedral, que levanta sus torres con la mejor intención de que sea bendecida Barcelona.
A Gaudí, que la soñó precipitadamente para que fuese con lentitud levantada, le sorprendió la muerte bajo las fauces de un tranvía, mientras dibujaba arabescos con la imaginación, festoneando algún perfil de piedra que aún no había diseñado.
Tras el accidente, nadie socorrió a Gaudí. Encontraron en sus bolsillos un pañuelo, una llave, un puñado de nueces y una pequeña Biblia ensangrentada que no soltaba de su mano. Sus últimas palabras fueron: Jesús, Dios mío… Y la Sagrada Familia dejó lo que estaba haciendo para llevárselo con ella.