Ritual azteca junto a la Alhambra para invocar la lluvia

16 de junio de 2023
2 minutos de lectura
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Cuando al atardecer el sol pinta de rojo-sangre la Alhambra, un grupo de jóvenes mexicanos recrean en un bosque cercano al monumento un ritual para invocar la lluvia. Ha llovido, sí, pero no ha sido suficiente para acabar con la sequía y menos ahora que llega el calor intenso que se prolongará durante todo el verano.

A lo largo de milenios, el ser humano ha tratado de controlar, a partir de actividades consideradas “mágicas”, fenómenos naturales como la lluvia, esenciales para su sobrevivencia. Para ello danza, habla, canta, murmura, reza, muere…, según la abundante documentación que se encuentra en Internet sobre danzas y rituales tradicionales que forman parte de la riqueza cultural.

En México, los pobladores de Zitlala y Acatlán, en Guerrero, siguen una serie de rituales —muchos de ellos eco de la época prehispánica— cuyo fin último es hacer caer agua del cielo.

Para atraer las lluvias y las buenas cosechas, la comunidad peregrina hacia lugares considerados sagrados; ofrenda comida, maíz, flores, pan; implora; luce su voluntad en la Lucha de Tigres, en la Danza de los Machos, en el Baile de la Vara; los hombres se convierten en tlacololeros, personajes con máscaras, que en lugar de camisa portan costales de maíz y combaten con látigos. Entre más sangre se obtenga, más agua y mejor cosecha.

Danzan y luchan los hombres, pero también las mujeres y los niños, todos necesitan el agua, todos deben esforzarse para obtenerla y compartirla en comunidad.

El Festival de la Lluvia Azteca se celebra tres veces al año. Gran parte de México estuvo bajo el dominio azteca durante unos 100 años, hasta el momento en que el explorador español Hernando Cortez y sus soldados invadieron el territorio en 1521. Cortez y sus hombres observaron varios festivales en honor al dios de la lluvia y los relámpagos, Tlaloc

La danza de los tlacololeros es una tradición típica de las comunidades del Estado de Guerrero. Ataviados con sus coloridas máscaras, amplios sombreros y su látigo o «chirrión», los danzantes llaman a la lluvia y las buenas cosechas

En diversas comunidaddes indígenas mexicanas el llamado a la lluvia es una parte esencial del ciclo de dar a la tierra para recibir buenas cosechas

Los pobladores de la Mixteca Alta de Oaxaca realizan un ritual muy singular: la fiesta del Agua o de la Lluvia (Viko lavi), un peregrinaje de una semana por los cerros y cuevas sagradas donde moran el viento y la lluvia.

Una comisión de hombres de distintas edades elegidos como emisarios del pueblo, por usos y costumbres, recorren el territorio guiados por los Ña tanjna, encargados de dialogar y pedir la intercesión de estas potencias sagradas. Con este ritual se renuevan las relaciones de intercambio con las entidades que pueblan el mundo sobrenatural; además, a cambio de su devoción y sus ofrendas, los implicados esperan el alimento y la abundancia.

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