La respuesta a esta pregunta tan común puede estar escondida en lo atractiva que resulta nuestra piel para los mosquitos
Los mosquitos pueden picar a cualquier ser humano, pero algunos somos una diana más apetecible que otros. Esta es la razón por la cual Leslie Vosshall, directora del Laboratorio de Neurogenética y Comportamiento de la Universidad de Rockefeller, y María Elena De Obaldia, post-doctoranda, se propusieron explorar la teoría principal para explicar el atractivo variable de los mosquitos. Esta idea se basa en las variaciones de olor individuales conectadas a la microbiota de la piel.
Recientemente, las investigadoras demostraron a través de un estudio que los ácidos grasos que emanan de la piel pueden crear un perfume embriagador que los mosquitos no pueden resistir. Estos resultados los publicaron posteriormente en la prestigiosa revista Cell.
Un diseño experimental de lo más curioso
El estudio, que tuvo una duración de tres años, involucró que los participantes que usaran unas medias de nylon sobre sus brazos durante seis horas al día. Posteriormente, colocaron mosquitos sobre las medias y vieron cuál era más ‘apetecible’ para ellos.
Las científicas clasificaron a los participantes en ‘atractores’ altos y bajos y luego indagaron en qué los diferenciaba. Para ello, usaron técnicas de análisis químico para identificar 50 compuestos moleculares que estaban elevados en el sebo (una barrera humectante en la piel) de los participantes de alta atracción. A partir de ahí, descubrieron que los ‘imanes’ de mosquitos producían ácidos carboxílicos en niveles mucho más altos que los voluntarios menos atractivos. Estas sustancias se encuentran en el sebo y son utilizadas por las bacterias de nuestra piel para producir nuestro olor corporal humano único.
Mosquitos incapaces de detectar a los humanos
Los humanos producen principalmente dos clases de olores que los mosquitos detectan con dos conjuntos diferentes de receptores de olores: receptores Orco e IR. Para ver si podían diseñar mosquitos incapaces de detectar a los humanos, los investigadores crearon mutantes a los que les faltaba uno o ambos receptores.
Los mutantes orco seguían teniendo atracción por los humanos y pudieron distinguir entre los imanes de mosquitos y los atractores bajos, mientras que los mutantes IR perdieron su atracción por los humanos en un grado variable, pero aún conservaron la capacidad de encontrarnos.
Evidentemente, estos no eran los resultados que esperaban. “El objetivo era un mosquito que perdiera toda atracción por las personas, o un mosquito que tuviera una atracción debilitada por todos y no pudiera discriminar a un sujeto de otro. Eso sería tremendo”, puntualiza Vosshall, porque podría conducir al desarrollo de repelentes de mosquitos más efectivos. “Y, sin embargo, eso no fue lo que vimos. Fue frustrante”.
La aparente fortaleza del rastreador de olores de mosquitos hace que sea difícil imaginar un futuro en el que no seamos la comida número uno de su menú. Sin embargo, una vía potencial podría pasar por manipular los microbiomas de nuestra piel.
Vosshall y su equipo esperan que este artículo inspire a los investigadores a probar otras especies de mosquitos, incluido el género Anopheles, que propaga la malaria: “Creo que sería realmente genial descubrir si este es un efecto universal”.