Cuando un perro se pierde, el miedo de sus dueños se multiplica a cada hora que pasa. Sin embargo, la naturaleza sorprende: hay historias reales de perros que recorren distancias imposibles para volver al lugar que sienten como hogar. ¿Cómo lo hacen? ¿Instinto, memoria, o algo más?
Según investigaciones recientes, los perros tienen una capacidad de orientación mucho más precisa de lo que creíamos. A través de lo que se conoce como memoria espacial, son capaces de crear auténticos mapas mentales con apenas una sola visita a un lugar. Como si fotografiaran el camino con su mente, recuerdan rutas, olores y referencias, según una información de N. León, publicada en Excelsior.
El olfato es otra herramienta clave. Es tan fino que les permite seguir su propio rastro incluso días después. Algunos perros logran orientarse simplemente por huellas olfativas que dejaron mientras caminaban. Esta habilidad les permite “desandar” el camino con precisión, incluso en ambientes rurales o urbanos complejos.
La sorpresa llega con los estudios más recientes: varios científicos europeos han documentado que los perros también perciben el campo magnético de la Tierra, como hacen las aves migratorias. Este “sexto sentido” se conoce como magnetorrecepción y les permitiría corregir su rumbo, incluso si no pueden seguir un olor específico.
Un experimento con 27 perros en Chequia reveló algo sorprendente. Muchos de los animales, antes de emprender el regreso a casa, hacían una carrera corta en línea recta alineada con el eje norte-sur. Los científicos lo llaman la “carrera de la brújula”, y creen que es una forma de calibración magnética. Un instinto tan antiguo como fascinante.
Sin embargo, los expertos advierten que los perros modernos, sobre todo los que viven en ciudades, rara vez desarrollan estas habilidades. Viven protegidos, cerca de sus dueños, y no enfrentan desafíos que activen este GPS natural. Por eso, cuando un perro urbano se pierde, no siempre puede encontrar el camino de vuelta.