De los pactos con el demonio no se libran ni los papas. Algunas leyendas con más o menos credibilidad aseguran que Silvestre II había conseguido su pontificado gracias a un demonio mujer que se llamó Meridiana, a cuyas ternuras se acercó después de ser rechazado por su amante. Enterrado en San Juan de Letrán, parece ser que de su tumba fluye el agua cada vez que el papa reinante está a punto de morirse. Lo peor, es que también crujen sus huesos bajo la placa de mármol… Como en el Vaticano, aquí tenemos también la Silla de Pedro, aupada con el descaro de sus demonios que, a cambio, no saben ya lo que pedir.
Y los impactos, de entre los muchos que ya ni sobrecogen, sobresalen “los errores judiciales” que privarán de ir a la cárcel al esposo de la anterior Directora General de la Guardia Civil y a varios cientos de socialistas andaluces implicados en los eres. ¡Qué alegría, encontrarse de pronto con semejantes equivocaciones!