Hoy: 27 de noviembre de 2024
Isaías ya lo profetiza como revelación de Dios: “¡Consolad, consolad a mi pueblo!”, hasta el punto de que Él mismo se ratifica como consuelo de Israel. Séneca confirmó tal consolación como una de las dignidades del hombre, sabiendo que en cada época histórica se vive desamparado.
Apenas si nos duelen hoy las acostumbradas noticias de los muertos diarios, de los niños con su cara ensangrentada. Guerras alrededor y nosotros aquí, impotentes, saliendo a la calle obsesionados para ver cómo compiten las ciudades en los alumbrados de Navidad. Campanas que no tocan, estrellas que no arden, artificios que anuncian el nacimiento de un Niño en el que se cree a medias, mientras no exija demasiado ni nos interpele a encender las luces de dentro, por si acaso a ver si descubrimos una desproporción de sombras en el alma.
Cada uno interpreta el evangelio a su manera con tal de no complicarse la vida. Cristo vino a incendiar el mundo, pero aquí nos conformamos con administrar únicamente las cenizas. No echaremos abajo gobiernos, tampoco mejorarán las voluntades.