Salir de casa sin celular puede provocar un nivel de ansiedad irracional que muchas personas reconocen de inmediato. Esta dependencia extrema tiene nombre: nomofobia.
“El término nace del inglés no mobile phobia y es un miedo irracional o una ansiedad excesiva ante la idea de estar sin teléfono móvil, quedarse sin batería o sin cobertura”, explica Geraldine Peronace, médica psiquiatra e investigadora especializada en adicciones.
Aunque afecta a buena parte de la población, los adolescentes son especialmente vulnerables. “En la actualidad, los adolescentes creen que el uso del móvil es imprescindible día tras día. No salen de casa sin antes agarrarlo, y lo consultan de forma compulsiva. La nomofobia refleja esta amalgama de dependencias, más entre los jóvenes”, agrega la especialista.
Este fenómeno comenzó a observarse con mayor frecuencia en 2017, cuando las redes sociales empezaron a consolidarse en los teléfonos móviles. “Con la consolidación de Facebook como red social y su llegada a cada dispositivo, se empezó a conectar más intensamente con otras personas. A partir de ahí surgieron nuevas plataformas y un uso cada vez más compulsivo de las redes”, detalla Peronace. Hoy en día, el trastorno es evidente entre los llamados “nativos digitales”, de entre 12 y 35 años, que consideran el celular esencial para socializar.
La pandemia agravó esta situación. “A partir de ese momento, las conexiones, el trabajo y los estudios pasaron a formar parte de nuestra vida cotidiana a través del celular. Y esto, por supuesto, lo agravó aún más”, remarca Peronace. Además, en los últimos años han surgido comportamientos psicológicos anormales asociados al uso excesivo de tecnologías, como teléfonos móviles e internet.
Aunque los millennials y centennials son los más afectados, la nomofobia no discrimina por edad. “Se ven afectadas especialmente las personas con rasgos ansiosos o baja tolerancia a la soledad y al aburrimiento”, sostiene Peronace. También impacta en personas con alta dependencia de redes sociales y mensajería, estudiantes y profesionales hiperconectados, y quienes viven en entornos que demandan disponibilidad constante.
Las consecuencias de este trastorno son múltiples. “Estamos viendo ansiedad, angustia, irritabilidad, agresividad, déficit de atención y de concentración; trastornos del sueño, aislamiento social… Y la adicción al teléfono móvil como último eslabón”, advierte Peronace. Aunque no hay un tratamiento único, se recomienda acudir a un especialista en adicciones para una terapia cognitivo-conductual, evaluación psiquiátrica y, si es necesario, tratamiento farmacológico.
Finalmente, la especialista subraya la importancia de la prevención, sobre todo en los más pequeños. “Demorar la llegada del celular y el acceso a internet en los más chicos” es clave, al igual que educar a los padres. “La educación a los padres es clave, porque se educa con el ejemplo. Los chicos nos observan y la primera prevención comienza en casa. Muchos no tienen noción de que una pantalla puede provocar en el cerebro infantil una hiperestimulación que, más adelante, tendrá serias consecuencias en la salud mental”, advierte Peronace.
*Información de El Litoral.