Veo ahora a los viejos amigos marcharse con el equipaje de su tiempo a cuestas, jadeantes porque les pesa la mercancía envolvente de las horas.
A cada uno lo llamo en la memoria por su nombre y, conociéndolos, sé que algunos fueron felices a ratos, cuando se hacían trampas en el solitario y creían haberle quitado espacio a los instantes. Después, volvían a la realidad y eran otras las cartas y otros los amores que ellos habían compuesto alrededor de los deseos.
Los demás, los amigos más acostumbrados a la soledad, navegan cada noche en el barco de los sueños, deseando ser náufragos algún día en una isla desierta y, llenos de tiempo, arrojar una botella al agua con papel dentro: Hice lo que pude por los demás y aquí me veo sin nadie.
…Nos vamos yendo todos sabiendo que, al regresar, ya no estará el camino.