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Los tiempos soñados

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Parque Nacional de Timanfaya, Lanzarote. | Fuente: Europa Press

Si se agruparan los instantes malos, nunca podríamos esperar de esa unión las horas deseadas. De la misma manera que de muchas maldades juntas sólo pueden brillar perfidias bochornosas.

Sartre nos convoca de nuevo a la reflexión recordándonos que el hombre es una pasión inútil porque quiere ser Dios y no puede serlo. Sin embargo, de esa aspiración surge el ejercicio de las bondades y un entrenamiento que, poco a poco, cristaliza entre nosotros el andamiaje de los paraísos.

Los malos, que los hay, pueden seguir aportando en las sociedades su polen indecente, pero deben saber que sufrirán las manos levantadas del desprecio porque ellos, ni siquiera desean ser Dios, sino diosecillos que se reparten sus miserias como pájaros hambrientos.

Los tiempos soñados se construyen con la argamasa de las buenas conciencias.

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