Amlo logró hacerse con el control parcial del Tribunal Electoral y desintegró programas esenciales del Estado
Más allá de la polémica, el sexenio de Andrés Manuel López Obrador (Amlo) será recordado como un Gobierno de desintegración y desmantelamiento de los programas esenciales del Estado. Es preciso recordar que en agosto 2018, antes de entrar a la presidencia, el mandatario mexicano había instruido a los suyos para que cancelaran la obra del aeropuerto de la ciudad de México.
Y sólo acababa de empezar: también ha eliminado las estancias infantiles, los refugios para mujeres maltratadas, los comedores comunitarios y de las escuelas de tiempo completo. Y luego llegó la anulación de las zonas económicas especiales.
No sé detuvo ahí: congeló las subastas eléctricas y las rondas petroleras, dejó vacío el fondo de estabilización de ingreso presupuestario, y, en materia de salud, eliminó el seguro popular y el fondo de enfermedades catastróficas.
En 2019, Amlo extinguió 109 fideicomisos relacionados con cultura, tecnología, deporte y protección civil. ¿Y qué decir de la reforma educativa y del Instituto Nacional para la evaluación de México?También dejó sin recursos a estados y municipios en materia de seguridad pública, con la eliminación de partidas presupuestales importantes, incluyendo el FASP y el Fortaseg.
Asimismo, dejó en ceros el Fondo Metropolitano que apoyaba a las ciudades y el Fondo de Capitalidad de la CDMX. Todas estas acciones frenaron el avance y el desarrollo económico del país. En muchos casos, hasta afectaron a sectores vulnerables de la sociedad.
A eso, hay que sumarle las ocurrencias implementadas por López Obrador en este sexenio y que ya fracasaron, como el Instituto de Salud para el Bienestar, Internet para todos, las universidades… El presidente ha tripulado con personajes condicionados a sus proyectos políticos.
También ha nombrado a empleados y a amigos suyos en órganos constitucionales autónomos. Y ha tratado de eliminar y asfixiar presupuestariamente al Instituto Nacional Electoral a través de reformas constitucionales.
En su lucha incesante por eliminar todo contrapeso a su persona y al poder que ha acumulado, se ha encargado, además, de desprestigiar a diestra y siniestra al Poder Judicial. Los ha tratado de ahorcar sin darles recursos. No se puede olvidar que intentó sabotear el trabajo del Instituto de transparencia que le resultaba tan incomodo. Y ha rechazado que se tramiten los nombramientos de los comisionados en el pleno del Senado de la República.
Amlo, por otro lado, logró hacerse con el control parcial del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación. Y para cerrar su sexenio, sale con dos ocurrencias enormes que están destinadas al fracaso: una megafarmacia y una aerolínea militar.
La infraestructura en el Gobierno de López Obrador se ha centrado en tres obras faraónicas: la refinería de Dos Bocas, el aeropuerto en Santa Lucía y el Tren Maya. Tres proyectos ejecutados con sobrecosto y que no tendrán tasa de retorno en la inversión.
También utiliza los bienes públicos para hacer propaganda política. En las elecciones del junio, los ciudadanos han de decidir si quieren seguir con este Gobierno de desmantelamiento y de destrucción o dar un cambio al país, optando por un proyecto que garantice la democracia. ¿Asistimos al fin de un ciclo?