Casi llegando a Córdoba existía una estación de ferrrocarril, más bien un apeadero, que se llamaba Los Cansinos. Curioso era detenernos allí para que la máquina de carbón respirase con el agua nueva que le caía por las boca grande dispuesta. Nadie supo decirme la raíz del nombre aplicada a aquella enigmática estación.
La acepción Cansino puede ser aplicada para el que se cansa por su propio desgaste o el que no soporta más el desgaste que los demás le ocasionan. Dato más frecuente este último motivado por las monsergas y extravagancias de cada día cuando nos atrevemos a echarle un vistazo a las cosas, una mínima exégesis a tanta novedad estéril. Es preferible no cansar a nadie y que nadie procure en nosotros un cansancio que obligue al suicidio del tiempo.
De nuevo san Juan de la Cruz nos saca de dudas: “El alma que anda en amor, ni cansa ni se cansa”…. Qué fácil es entenderlo todo cuando se piensa con la cabeza.