Cada año en pleno agosto transforman la villa en un hervidero de alegría y devoción. Son el resultado de un fascinante y continuo proceso de evolución cultural, social y económica que ha moldeado la identidad de este pueblo manchego
Las Fiestas de San Cayetano en Tresjuncos, un enclave pintoresco en la provincia de Cuenca, trascienden la mera celebración religiosa para erigirse como un testimonio palpable de la profunda conexión de una comunidad con su historia milenaria, sus arraigadas tradiciones agrícolas y un espíritu inquebrantable de resiliencia. Estas festividades, que cada año en pleno agosto transforman la villa en un hervidero de alegría y devoción, son el resultado de un fascinante y continuo proceso de evolución cultural, social y económica que ha moldeado la identidad de este pueblo manchego a lo largo de los siglos. Son un espejo vibrante donde se reflejan las vicisitudes del tiempo y la capacidad de un pueblo para honrar su pasado mientras abraza su futuro.
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El Patrono de la Providencia, el Pan y el Trabajo
La elección de San Cayetano de Thiene como patrón de Tresjuncos, cuya festividad se celebra el 7 de agosto, no es un hecho fortuito, sino el resultado de una profunda resonancia entre la figura del santo y las necesidades intrínsecas de una comunidad eminentemente agraria. Nacido como Gaetano di Thiene en Vicenza, Italia, en 1480, San Cayetano fue un sacerdote cuya vida estuvo marcada por una profunda vocación de servicio, una visión reformadora de la Iglesia y una fe inquebrantable en la Divina Providencia.
Proveniente de una familia noble, Cayetano abandonó una prometedora carrera jurídica para dedicarse por completo a la vida religiosa. En 1524, junto a Juan Pedro Caraffa (futuro Papa Pablo IV), fundó la Orden de Clérigos Regulares, conocidos como Teatinos. Esta congregación se distinguió por vivir en pobreza apostólica, dedicándose a la predicación, la administración de los sacramentos y, de manera preeminente, a la asistencia de los enfermos y los pobres, sin recurrir a la mendicidad, confiando plenamente en que Dios proveería. Su labor se centró en la creación de hospitales y refugios, así como en la catequesis de las clases más humildes, demostrando un compromiso inquebrantable con la dignidad humana y el bienestar social.
Murió en Nápoles
Tras su fallecimiento en Nápoles el 7 de agosto de 1547 y su posterior canonización en 1671, su veneración se consolidó, siendo reconocido popularmente como el «Santo de la Providencia» y el «Patrono del pan y del trabajo», atributos que resonaban profundamente con las necesidades y aspiraciones de las comunidades rurales españolas. Para pueblos como Tresjuncos, cuya subsistencia dependía directamente de las cosechas y que sufrían las inclemencias del tiempo y las crisis económicas, San Cayetano se erigió en una figura a la que encomendarse para asegurar el sustento y la abundancia.
La celebración de estas fiestas en pleno agosto, aunque la siega principal de cereales (trigo, cebada) suele haber concluido en junio o julio, tiene una lógica multicausal y profundamente arraigada en el ciclo vital del campo y la sociedad:
Final de la siega y recogida: agosto marca el momento en que tradicionalmente se finalizaban las tareas más arduas del campo, como la trilla, el aventado y el almacenamiento del grano en los graneros o silos. Este periodo de respiro tras el esfuerzo colectivo dejaba tiempo y ánimo para la celebración, el agradecimiento por la cosecha recolectada y la petición de futuras abundancias.
Clima y movimiento de población: agosto es un mes de buen tiempo en La Mancha, propicio para las celebraciones al aire libre y las reuniones nocturnas. Además, históricamente, era el mes en que muchos emigrantes de las zonas rurales, que habían marchado a las ciudades en busca de trabajo, regresaban a sus pueblos de origen para pasar las vacaciones y reunirse con sus familias. Este «retorno del veraneante» potencia el ambiente festivo, aumenta la afluencia y refuerza la cohesión comunitaria.
Asimilación con siestas paganas preexistentes: no es infrecuente que las festividades cristianas se superpongan o asimilen tradiciones paganas anteriores. Agosto ha sido históricamente un mes de celebraciones relacionadas con la fertilidad, la cosecha y el agradecimiento a la tierra en diversas culturas mediterráneas. La Iglesia, en su proceso de evangelización, a menudo ‘cristianizaba’ festividades ya arraigadas para facilitar la conversión y la aceptación de las nuevas creencias, dotándolas de un nuevo significado religioso.
La Evolución de las Fiestas en Tresjuncos
Orígenes Celtíberos y Romanos (Anterior a la Era Cristiana): Es altamente probable que en la zona de Tresjuncos, habitada por tribus celtíberas (posiblemente olcades o carpetanos), ya existieran celebraciones ligadas a los ciclos agrícolas. Estas festividades serían de carácter animista o politeísta, honrando a deidades de la naturaleza, la fertilidad de la tierra y pidiendo por buenas cosechas. Podrían haberse realizado sacrificios, danzas rituales y banquetes comunitarios. Con la llegada de los romanos, estas costumbres locales se fusionarían con las romanas. Es probable que se introdujeran festividades como las Cerealia (en honor a Ceres, diosa de la agricultura y la fertilidad) o las Vinalia Rustica (relacionadas con la vendimia), ligadas al calendario romano y a la vida agrícola. La presencia de villas romanas o asentamientos en los alrededores de Tresjuncos (como lo demuestran algunos hallazgos arqueológicos en la comarca) sugiere la adopción de estas prácticas.
Dominación Árabe (Siglos VIII-XI): durante el periodo de al-Ándalus, la población de Tresjuncos y la comarca experimentó un cambio cultural y religioso significativo. Las festividades cristianas fueron suprimidas o se practicaron en la clandestinidad. Las celebraciones públicas estarían dominadas por el calendario islámico, con festividades como el Eid al-Fitr (fin del Ramadán) o el Eid al-Adha (Fiesta del Sacrificio). La agricultura, no obstante, siguió siendo la base de la economía, y es posible que se mantuvieran de forma privada ciertos ritos o costumbres ligadas a la siembra y la cosecha, aunque sin carácter público o religioso estructurado.
La Reconquista y el renacer cristiano (Siglos XII-XV): tras la Reconquista de la zona por los reinos cristianos (en este caso, Castilla), se produce una gradual repoblación y una reinstauración de las costumbres y la fe cristiana. Las iglesias se reconstruyen o se erigen, y las festividades religiosas vuelven a cobrar importancia. Es en este periodo cuando comienzan a configurarse las primeras cofradías y hermandades dedicadas a santos patronos. La devoción mariana y a santos asociados a la agricultura (San Isidro Labrador, por ejemplo) sería prominente. La elección de San Cayetano es posterior a este periodo, pero la base para las celebraciones patronales se asienta aquí.
Edad Moderna y consolidación (Siglos XVI-XIX): es durante la Edad Moderna cuando la figura de San Cayetano gana prominencia en España. A medida que su devoción se extiende, es muy probable que Tresjuncos, como muchas otras localidades agrícolas, adoptara a San Cayetano como patrón o co-patrón para la prosperidad y la abundancia. Las fiestas se irían estructurando en torno a misas, procesiones, y actividades lúdicas (bailes, mercados, juegos populares). La Cofradía de San Cayetano, si existió, jugaría un papel fundamental en la organización y financiación de los eventos.
Desafíos del siglo XX: República y Guerra Civil (1931-1939): la proclamación de la Segunda República trajo consigo un cambio de paradigma en España, con un fuerte impulso laicista y una separación entre Iglesia y Estado. Esto tuvo un impacto directo en las festividades religiosas, con restricciones a las manifestaciones públicas de fe. En muchas localidades rurales, la aplicación de estas medidas generó tensiones entre los partidarios de la República y la tradición religiosa. En Tresjuncos, como en otros lugares, es probable que la procesión de San Cayetano sufriera recortes en su recorrido o supresión temporal. A pesar de las restricciones oficiales, la devoción popular seguiría siendo fuerte, y las celebraciones podrían haberse trasladado al ámbito privado. El estallido de la Guerra Civil (1936-1939) sumió al país en un conflicto brutal, paralizando por completo las celebraciones y causando la destrucción o deterioro de bienes eclesiásticos.
La recuperación post-guerra y la diáspora (Mediados del Siglo XX en adelante): Acabada la Guerra Civil, las fiestas patronales en honor a San Cayetano retomaron su esplendor, aún a pesar de la diáspora de los vecinos de Tresjuncos a partir de los años 60 del siglo pasado, un fenómeno común en la España rural. Cada año, estos ciudadanos regresan a su pueblo natal en los días de fiesta, renovando la alegría en las calles y el propio corazón y alma de la comunidad. Las Fiestas Hoy: Un Encuentro con la Tradición y la Alegría Incombustible Actualmente, las Fiestas de San Cayetano en Tresjuncos son un vibrante compendio de tradición y modernidad, un reflejo de la capacidad del pueblo para reinventarse sin perder su esencia. El programa incluye, como plato fuerte, los festejos taurinos, con emocionantes encierros que recorren la calle Mayor y exhibiciones en la pequeña y original plaza de toros del pueblo, para diversión de vecinos y visitantes. El ayuntamiento se esmera en adquirir reses de gran prestancia, a menudo de ganaderías de renombre, como la mencionada Cebada Gago.
Las comidas comunitarias, herederas de las antiguas calderetas de toro (hoy preparadas con carne debidamente controlada por las autoridades sanitarias), reúnen a los vecinos en torno a la mesa, fomentando la convivencia y el espíritu de hermandad. Estas reuniones son un pilar fundamental de la cohesión social, donde se comparten historias, risas y el sabor de la tradición. El programa festivo se complementa con una variedad de actividades lúdicas y deportivas, como campeonatos de tute, truque y petanca, juegos en los que la destreza y el compañerismo son protagonistas. La música, los bailes populares y las verbenas nocturnas llenan las calles de vida y alegría, invitando a la participación de todas las generaciones.
Un hito reciente y crucial en la historia de estas fiestas fue su significativo resurgimiento en la década de 1970. Tras un periodo de menor actividad o incluso interrupción, la festividad experimentó un renacimiento impulsado, en gran medida, por la implicación activa de las «peñas». Estas agrupaciones de jóvenes asumieron la organización de numerosas actividades, inyectando nueva vitalidad y adaptando la celebración a los tiempos modernos sin perder su esencia tradicional. Este esfuerzo colectivo ha permitido que las Fiestas de San Cayetano continúen siendo un punto de encuentro anual y una manifestación palpable del espíritu incombustible de Tresjuncos.
Conclusión
Las Fiestas de San Cayetano en Tresjuncos son, en esencia, un testimonio elocuente de la resiliencia cultural y la profunda conexión de una comunidad con su legado. Desde los ancestrales ritos agrícolas de celtíberos y romanos, pasando por el silencio impuesto por la dominación árabe, la recuperación y consolidación de las devociones cristianas, hasta los desafíos de la modernidad y los conflictos del siglo XX, estas celebraciones han evolucionado, adaptándose a cada época, pero siempre manteniendo un hilo conductor inmutable: la necesidad intrínseca de celebrar la vida, el fruto del trabajo en el campo y la esperanza inquebrantable en la providencia divina. Son un espejo fiel de la identidad de un pueblo que, con orgullo, honra su pasado mientras mira con determinación hacia el futuro, en un entorno históricamente enriquecido por la diversidad de sus gentes y la inquebrantable fe en su patrón.
Para quienes regresan cada año, y para quienes son acogidos con cariño, estas fiestas son el pulso vital de la España vaciada, una manifestación de que la tradición, cuando se vive con pasión, es la mejor garantía de futuro.
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