Nacemos limpios de pesares, luego nuestros ojos se abren a la luz y comenzamos a sentir el calor de la vida en nuestros cuerpos.
Nuestros corazones permanecen intactos, sin marca alguna y empezamos a vivir cuando somos capaces de dar los primeros pasos y así podernos aproximar a esos objetos que nos llaman tanto la atención.
Luego, comienza esa carrera, hora a hora, día a día, mes tras mes y año tras año, de ese auténtico paso a la vida, con sus alteraciones propias, y enseñanzas constantes.
Es entonces, cuando comenzamos a entender el significado auténtico de vivir. Y es cuando nos adentramos en esa multitud de situaciones que nos conducirán a sentir la maravilla del amor
y el dolor del desamor.
Sentiremos nuestros triunfos, sacándoles ese sabor dulce del éxito y conoceremos la amargura que proporciona el fracaso.
Seremos capaces de soportar las enfermedades de los que queremos más que a nosotros mismos, y soportaremos esa triste experiencia del desamor.
La vida sin amor es como vivir en un campo helado. Es la sensación de desamparo y soledad que se mete en ese corazón que sufre la indiferencia, todo porque el amor lo llevamos tatuado en nuestros corazones al nacer y lo esperamos.
Esa sensación de frialdad, produce esas cicatrices en el alma que se acumulan a lo largo de la vida.
Sentirse querido es el mejor regalo que podemos recibir los seres humanos y saber repartirlo a los demás, es la sensación mas satisfactoria y beneficiosa para vivir en paz.
Es esta época tan vacía de afectos, viviendo casi por impulsos, con un consumismo feroz, es la hora de preguntarnos.
¿Merece la pena vivir solo y exclusivamente por y para mi?
¿Solo daremos a nuestros hijos la enseñanza del despotismo?
¿Les enseñaremos ese juego tan actual ahora de las vanidades?
¿No sería mejor enseñarles los beneficios que proporciona el esfuerzo y la voluntad para lograr realizar con éxito lo que de verdad quieran conseguir?
Conocemos muchos casos hoy, de pérdida de dignidad, ya han perdido todo, y pueden hacer cualquier cosa, ya no son nadie.
Somos seres humanos, no somos máquinas, pongamos en práctica nuestros sentimientos, se lo debemos a esta vida que nos fue entregada, para mucho más que solo para vivirla.
¡Respetemos a los demás para ser respetados!
Sin dignidad, serán vidas baldías, pues perdieron todo ese valor tan fundamental para ser alguien que merezca ser respetado.