Antonio Gala, antes de radicalizar su pensamiento, escribía excelentes obras de teatro que los jóvenes de entonces disfrutábamos sin medida. La Vieja Señorita del Paraíso fue una de las más gustadas: una señora mayor, sentada sin tiempo en un viejo café de nombre Paraíso, esperando al novio que, desde su mesa de café, le prometió que volvería. Pasaron los años y aquel amor no regresó, sin que ella se permitiera bajar los brazos de la esperanza.
Todos en el pueblo creían que había perdido el juicio, al ver que las estaciones se sucedían sin el prometido regreso. Pero, en su silencio distraído, la vieja señorita aguardaba el florecimiento de un jardín en su copa… No obstante, cuando en los demás se descentraban sus amores, acudían a ella porque era la única que, de tanto sufrirlo, más que nadie del amor sabía.