Cuando los maestros eran obedecidos en sus insinuaciones, uno de los que tuve más apreciados me indicó que dos libros son indispensables en cualquier pensador que se precie: La Biblia y las Obras Completas de Ortega y Gasset. La Biblia siempre acompaña mis pasos y los libros del filósofo, en sus ocho tomos, me fueron regaladas por un argentino ilustre, don Francisco Martini.
Ningún intelectual permanece toda la vida con sus ideas primeras (véase nuestro Presidente de Gobierno), sino que va desarrollando y adaptando sus descubrimientos hasta enmarcarlos en el tiempo y en la necesidad. Cuando Ortega publicó La Rebelión de las Masas, Mussolini era ya un fascista reconocido y, acaso, por algunos envidiado. Del comunismo, esa deshumanización, nunca nuestros sabios quisieron verse envueltos en su daño. Aunque guiños y dudas hubo siempre en las cabezas distinguidas.
Ahora, en España las masas tienen la suficiente cultura como para que su “vibración y estremecimiento” les defina ante los agravios dictatoriales que estamos padeciendo. Si Ortega levantara la cabeza, seguro que nos diría: “¡Españoles, a las cosas!”