Como la política es un naufragio en alta mar donde cada uno busca la tabla para sostenerse, prefiero en este candil no hablar de ella y dejar que los tiempos se ahoguen en el azul de tantas soledades.
Hoy salgo a la calle a escuchar la conversación callada de las cosas, intacta y evocadora su presencia. A la puerta de mi casa un banco de hierro donde sentar los cansancios y el agobio de ciertos pensamientos; enfrente, el banco de los dineros en el que sobreviven la inseguridad de las cuentas corrientes. Un perro desde la esquina salta por donde no pasan coches para jugar con el niño que un anciano lleva escondido en el abanico de su pecho. Fuego sale del cristal donde el sol se refleja, mientras el magnolio nos mira a todos sin necesidad de preguntas.
Seguramente nos ha visto también con la tabla salvadora en la mano, perdidos en el agua que borra el mapa de los caminos.