La pobreza de tiempo se ceba en las mujeres

27 de junio de 2024
3 minutos de lectura
Económico
Varias mujeres protestan durante una concentración por los 40 feminicidios en 2023 en la Puerta del Sol | EP

Solo un 15% de los hombres dicen encargarse de la mayor parte de las tareas domésticas, frente a un 46% de las mujeres

A finales de la década de los setenta y principios de los ochenta del siglo pasado, millones de mujeres en el mundo occidental se incorporaron al trabajo remunerado sin abandonar muchas de las responsabilidades domésticas relacionadas con el cuidado de la familia. Esta incorporación no fue correspondida, o al menos no en la misma medida, por la entrada de los hombres en el trabajo no remunerado. Las consecuencias para las mujeres fueron múltiples, afectando tanto su salud mental como su tiempo de ocio, convirtiéndolas en pobres de tiempo.

La pobreza es comúnmente entendida como una situación de dificultades económicas. No obstante, una línea de investigación se enfoca en el concepto de pobreza de tiempo. Este indicador refleja el tiempo libre disponible para las personas después de considerar el trabajo remunerado y no remunerado, así como el tiempo dedicado al cuidado personal.

Las investigadoras Margarita Vega-Rapun y Sara Moreno Colom analizaron su impacto durante una conversación en CaixaForum Macaya organizada por el Observatorio Social de la Fundación “la Caixa” en colaboración con la Time Use Initiative.

“La pobreza de tiempo es un indicador que nos permite ofrecer una visión más completa de la pobreza, que usualmente solo se mide en términos de ingresos“, explica Margarita Vega. “A través de las encuestas de uso del tiempo, podemos evaluar el tiempo que las personas dedican al trabajo remunerado, no remunerado y al cuidado personal. Esta información nos permite establecer una línea de pobreza de tiempo similar a la de ingresos. Las personas por debajo de esta línea serán consideradas pobres de tiempo”, sostiene.

En esta línea, la profesora explica que, aunque disponemos de 24 horas al día, las condiciones materiales en las que vivimos determinan cómo usamos ese tiempo y nuestra capacidad de decisión sobre él. Por ejemplo, los desempleados pueden tener mucho tiempo libre, pero esto no los hace más ricos en tiempo, sino que viven en pobreza material. Así, a diferencia de los recursos económicos, en los que más dinero significa más riqueza, con el tiempo no siempre es así; existen otros ejes de desigualdad a considerar.

“La pobreza de tiempo está feminizada”, afirma Vega. Según datos de la encuesta de características esenciales de la población y viviendas 2021 del Instituto Nacional de Estadística, solo un 15 % de los hombres dicen encargarse de la mayor parte de las tareas domésticas, frente a un 46 % de las mujeres. Aunque muchas mujeres se han incorporado al trabajo remunerado en los últimos años, y algunos hombres al no remunerado, estos últimos no lo han hecho en la misma medida.

Consecuencias

Las consecuencias de la pobreza de tiempo son múltiples, dependiendo del ámbito considerado. En el plano profesional, una persona pobre de tiempo no podrá realizar cursos de formación o reciclaje para incrementar su capital humano, lo que reduce sus posibilidades de ascenso.

En el ámbito personal, la pobreza de tiempo afecta enormemente a la salud mental. Moreno menciona el ejemplo de la pandemia: “El teletrabajo afectó más a las mujeres en términos de salud mental, ya que además de su trabajo remunerado, debían encargarse del hogar, lo que llevó a autoexplotarse para cumplir con todo”. Esto resultó en alteraciones del sueño, estrés, ansiedad y angustia.

“Una persona pobre de tiempo también tiene menos posibilidades de desarrollarse en términos de hobbies, ejercicio, cocina, compra saludable, participación política o actividades sociales, lo que limita su capacidad para ser un ciudadano pleno”, explica Vega.

Soluciones

Según Moreno, al pensar en medidas para una organización del tiempo más equitativa, surgen tres ideas principales. “La primera es la reducción de la jornada laboral, pero debe ser sincrónica y cotidiana para reducir desigualdades, especialmente de género”, señala. “La semana laboral de cuatro días puede polarizar a la población ocupada y acentuar desigualdades”, matiza.

Sin embargo, esta medida no es una solución infalible, ya que reducir el tiempo de trabajo remunerado no garantiza que se dedique más tiempo al trabajo doméstico y de cuidados si previamente no se asumía esa responsabilidad. La segunda idea es conceder permisos individuales e intransferibles por cuidado de nacimiento y adopción, y permisos para el cuidado de personas mayores, como motor de cambio para que los hombres participen en el trabajo no remunerado.

Finalmente, Moreno menciona el cambio cultural como el tercer pilar. “Es necesario y lleva tiempo, pero debemos trabajar en la sensibilización sobre el reparto del trabajo doméstico y otras formas de organización del tiempo que prioricen el bienestar cotidiano”. Vega coincide: “La clave es el cambio de mentalidad. La pobreza de tiempo se aliviaría si simplemente se repartiera mejor el trabajo no remunerado entre hombres y mujeres”.

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